El viejo




Tengo una extraña sensación, una especie de demencia que me acosa. Sospecho de que algo no va bien cuando he tomado conciencia de un chispazo. Me he tenido que levantar de la cama, ir a la mesilla a por mi cartera y mirar el DNI para comprobar la edad que tengo. Todavía no me he recuperado. Después, al observarme en el espejo, mi aspecto deplorable me ha confirmado que tengo ya setenta y ocho años. Jamás lo hubiera imaginado. Hace tan solo un rato yo todavía era joven. ¿Por qué este castigo a un inocente? Ayer mismo jugué a imaginarme cómo pensaría yo con ochenta años. Y, de repente, en algún momento, se ha debido de producir una especie de cortocircuito en mi conciencia. Tan solo hace un momento yo era joven, y este cortocircuito, o lo que quiera que sea, ha provocado que en mi memoria quede la sensación de que han pasado mas de cuarenta años. Pero yo estoy seguro de que no es así. Esto solo puede ser un mal sueño, una pesadilla angustiosa. En cualquier momento despertaré, y volveré a ser el que era hace un rato, cuando era joven. No recuerdo bien si imaginaba que me dormía y que, al despertar, yo era un viejo arrugado y decrépito. Ahora bien, ¿y si mi pesadilla se ha hecho realidad? Aquí está el viejo. Yo soy el viejo. Y todo por un cortocircuito mental, una chispa que lo único que ha provocado es que en mi conciencia se acumulen falsos recuerdos de una vida realmente no vivida por mí. Ya sé que a mi edad uno pone en duda hasta sus propia memoria y recuerda mejor las cosas que ocurrieron hace cuarenta años. Claro que sé que cuando un recuerdo ha sido manoseado mil veces, lo deformamos, lo moldeamos poco a poco. Ya no son recuerdos puros, son memoria de recuerdos, y la realidad, si alguna vez existió, se ha perdido. Ya lo sé, ya. Pero no, yo no he vivido esos cuarenta años, lo puedo asegurar. Debe de haber sido un colapso mental. Yo no soy viejo. Hace un rato yo era joven. Esos recuerdos no los he vivido y, aunque estén en mi memoria, son una impostura, un añadido. No son míos.

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