El Evangelio según María



Leo el Evangelio según María, un evangelio apócrifo que tiene una clara influencia gnóstica. Parece ser que fue escrito en el sigo II y nos ha llegado a través de un papiro copto del siglo IV, aunque hay algún fragmento de copias anteriores:

     «La materia, ¿será o no será destruida?». Así comienza, aunque faltan las páginas previas.

     Como no tengo otra cosa mejor que hacer, me dedico a pensar en ello. No creo que el autor quisiera escribir sobre física, pero en función del estado de conciencia que tenga en cada momento, podré interpretar la pregunta de una forma u otra. Así, por ejemplo, desde un punto de vista berkeliano, diría que la materia no existe, que es redundante, innecesaria. Desde el estado de conciencia de un físico cuántico la materia sería, atómicamente, pura incertidumbre, mera probabilidad, o bien simple energía. Platónicamente, sería vista como hueca sombra, puro fenómeno ilusorio, onírico y carente de esencia. Las Enéadas de Plotino nos darían una imagen de la primera materia como sombra de la sustancia divina. Si estuviera cambiando una rueda pinchada de mi coche, la materia sería algo absolutamente sólido, real, indudable, algo absoluto.

     El desconocido autor puso en boca de Jesús esta respuesta: «Toda naturaleza, toda producción y toda criatura se hallan mutuamente imbricadas, y de nuevo se disolverán en su propia raíz, porque la naturaleza de la materia se disuelve en lo que pertenece solo a su naturaleza. Quien tenga oídos para oír, que oiga».

     Puede parecer una respuesta simple, también oscura, o incluso evocadora, todo dependerá del estado de conciencia que tenga el lector en el momento de la lectura. La exégesis de esta respuesta es infinita. Lo nutritivo es saber que en ocasiones, involuntariamente, puedo ser platónico, a veces aristotélico, en otro momento positivista. No renuncio a los misterios de los pitagóricos ni menoscabo la fe de los platónicos; tampoco, en la medida en que edificaron sobre una base liquida e inestable, lo que tiene mucho mérito, desdeño los razonamientos de los peripatéticos. La mera consciencia de que estas aparentes interpretaciones relativistas sean en realidad diferentes perspectivas, ya señalaría una manera religiosa de aprehender lo real desde el sentido más integrador y absoluto de la palabra.
   

   

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