Aforismos✔️

Aterrado, a veces creo que vivir es ir agotando posibilidades hasta que solo quede una. Hay experiencias que se agotan tras su realización, pero mi terror proviene al pensar que hay contingencias que quedan desenmascaradas y desacreditadas por el pensamiento mismo, ruinas de templos donde nuca rezamos, cenizas de leños que nunca nos calentaron.
     No tengo nada claro por qué me interesan (o interesaban) aquellos pensadores que se dedican a destruir la realidad y sus posibilidades. ¿Buscaba, quizás, una apocalipsis terrenal que me llevara a las mucho más apetecibles vivencias celestiales, eternas, edénicas? ¿Ardía en deseos de querer estar en otra parte, como le ocurre al viajero empedernido? ¿Será cierto que destruyendo el cuerpo se libera el alma?
     Una de las razones que ahora se me ocurren es que las palabras son una divisa semántica que cotiza en demasiados marcos mentales lo que provoca continuos desvaríos interpretativos. La interrogante radical no se responde con experiencias vulgares, es más, no se responde en vida y, quizás... tampoco.
     No pasa nada, quien no se ha habituado a existir se entretiene pensando, jugando al solitario, combinando palabras y formando caóticos aforismos que cada cual interpreta a su manera. En el aforismo, el trabajo poético y filosófico lo realiza el lector. El escritor de aforismos queda ensalzado y también protegido ante el abanico de interpretaciones que se abre, pero, en realidad, es un conato de escritor, una chispa perezosa.
     La altanería se maquilla de impotencia y es entonces cuando el pensador se piensa a sí mismo, se critica y se anula, coquetea con el vacío y con el silencio que no soporta. El pensador, después de intentar destruir la vida, comienza a destruir el pensamiento como medio de salvar su vida, de resucitarla. Entonces puede caer en la cursilería, en el misticismo (cuando escribir 'uno' supone el alfa y el omega de todo su discurso) o dedicarse al tedio y a escribir aforismos, lugares comunes donde la perplejidad baila con paradojas y demás decorados de profunda irrelevancia.

   

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