El Caballero de la Blanca Luna a bofetada limpia
Dice Félix de Azúa: «Recordar cómo se desintegra un país, cómo enloquecen masas de población desesperada o psicótica, cómo maniobran los políticos canallescos y cómo se desata la barbarie de la Guerra Civil es oportuno en este momento. De un modo paulatino una parte del país viene incitando una violencia que si estalla sorprenderá a todo el mundo [...] Azaña, que superaba en inteligencia a cualquier político español actual, no pudo impedir la catástrofe. Sólo nos cabe una esperanza: los revolucionarios de hoy son mucho más tontos que los de antaño».
Estos revolucionarios de Gila, Berlanga o Kafka han pasado del realismo mágico al realismo sucio, entre sonrisas, eso sí, llenas de cinismo luciferino, eso también. No hablan de separación, sino de desconexión; no hablan de no respetar las leyes sino de trascenderlas. En su diccionario de eufemismos, yo me pregunto, qué cojones significarán las palabras cárcel, multa o inhabilitación.
Dice Martín Ortega: «Pocos ejemplos actuales más expresivos de quijotismo podemos encontrar que el de los soberanistas catalanes. Ellos se han encerrado en su mundo y parecen hablar un lenguaje propio que no tiene relación con el exterior. Los Sancho Panza que habitan junto a ellos, en las mismas ciudades y en los mismos bloques de pisos, son mentes simples que no comprenden la grandeza de su empresa. Las advertencias de sensatez que vienen de las autoridades europeas o de Estados Unidos, modelos de democracia, son voces lejanas que no encajan con su ideal, por lo que siguen cabalgando sin atender la llamada. Las leyes del Estado, que ellos contribuyeron a levantar, no son molinos de viento sino gigantes contra los que hay que pelear. Los soberanistas dicen que no quieren ser españoles, pero sin duda son espíritus cervantinos (...) La “desconexión democrática, masiva, sostenida y pacífica con el Estado español” que quieren los independentistas introduce cuatro epítetos para dulcificar la idea de desconexión. Falta el adjetivo unilateral. Este método de separación a una banda es quijotesco y conduce al desastre, con el caballero por los suelos y graves daños en los aposentos, porque cualquiera que conozca la práctica internacional reciente sabe que las secesiones unilaterales provocan problemas insolubles referidos a multitud de cuestiones como la administración, el orden público, el territorio, las finanzas, la nacionalidad, las cuentas y los bienes públicos. Años de disputas y rencor. Pero los soberanistas ignoran los riesgos comprobados (...) En el capítulo 64 de la segunda parte, don Quijote es vencido en las playas de Barcelona por el Caballero de la Blanca Luna, que no es otro que su paisano Sansón Carrasco. “Si muchos pensamientos fatigaban a don Quijote antes de ser derribado, muchos más le fatigaron después de caído”. Sin embargo, aquella derrota le permitió recuperar la cordura, hablar un lenguaje sabio y conocer de nuevo a sus amigos».
Estos revolucionarios de Gila, Berlanga o Kafka han pasado del realismo mágico al realismo sucio, entre sonrisas, eso sí, llenas de cinismo luciferino, eso también. No hablan de separación, sino de desconexión; no hablan de no respetar las leyes sino de trascenderlas. En su diccionario de eufemismos, yo me pregunto, qué cojones significarán las palabras cárcel, multa o inhabilitación.
Dice Martín Ortega: «Pocos ejemplos actuales más expresivos de quijotismo podemos encontrar que el de los soberanistas catalanes. Ellos se han encerrado en su mundo y parecen hablar un lenguaje propio que no tiene relación con el exterior. Los Sancho Panza que habitan junto a ellos, en las mismas ciudades y en los mismos bloques de pisos, son mentes simples que no comprenden la grandeza de su empresa. Las advertencias de sensatez que vienen de las autoridades europeas o de Estados Unidos, modelos de democracia, son voces lejanas que no encajan con su ideal, por lo que siguen cabalgando sin atender la llamada. Las leyes del Estado, que ellos contribuyeron a levantar, no son molinos de viento sino gigantes contra los que hay que pelear. Los soberanistas dicen que no quieren ser españoles, pero sin duda son espíritus cervantinos (...) La “desconexión democrática, masiva, sostenida y pacífica con el Estado español” que quieren los independentistas introduce cuatro epítetos para dulcificar la idea de desconexión. Falta el adjetivo unilateral. Este método de separación a una banda es quijotesco y conduce al desastre, con el caballero por los suelos y graves daños en los aposentos, porque cualquiera que conozca la práctica internacional reciente sabe que las secesiones unilaterales provocan problemas insolubles referidos a multitud de cuestiones como la administración, el orden público, el territorio, las finanzas, la nacionalidad, las cuentas y los bienes públicos. Años de disputas y rencor. Pero los soberanistas ignoran los riesgos comprobados (...) En el capítulo 64 de la segunda parte, don Quijote es vencido en las playas de Barcelona por el Caballero de la Blanca Luna, que no es otro que su paisano Sansón Carrasco. “Si muchos pensamientos fatigaban a don Quijote antes de ser derribado, muchos más le fatigaron después de caído”. Sin embargo, aquella derrota le permitió recuperar la cordura, hablar un lenguaje sabio y conocer de nuevo a sus amigos».