Burbujas
He cenado en un restaurante con otro de cuyo nombre no debo dar datos. Menos mal, suspiro aliviado, que me he leído todo Esquilo. Mi reacción ha sido esta vez oportuna. De todas maneras, el otro no me ha convencido en absoluto. Él opina que la multitud lo es todo, hasta la propia verdad. Se trata de una metafísica que se asienta en la democracia. En todo caso, le he dicho, tendríamos que tener en consideración a toda la Humanidad, no sólo la de ahora, nuestros contemporáneos, sino la de toda la historia, extendiéndonos hasta la Edad Axial. Sería algo así como una Verdad Social Perenne, que se ha impuesto a las modas ridículas de cada momento y cuyo líder simbólico adorable debería ser, sin duda, Platón, en el lado teórico, con Sócrates de modelo ético.
También le he dicho que se repite mucho. Pero, ¿acaso escribir no consistirá en dar vueltas y más vueltas a aquello que le obsesiona?
Me apunta Vila-Matas:
Al final de Marienbad eléctrico, después de haber abierto todo tipo de puertas para hallar el centro de mi discurso, deduzco que sólo he hallado fiestas en el vacío. Pero queda la vida.
Desde luego, a mí me interesa mucho más el acto mismo de pensar que las inconsistentes pompas que surgen al hacerlo porque, cuando se ponen por escrito, resulta que solo quedan salpicaduras azarosas, aptas para nuevos exégetas burbujeantes, entre los que me incluyo.