Perdiendo teorías en la catedral de León
He venido a la catedral de León para leer Perder teorías, de Enrique Vila-Matas. Salí de madrugada, no son ni las nueve y media y ya paseo por las calles leonesas contemplando la catedral al fondo. Ahora me apetece un café, por lo que entro en un bar y pido café y churros. Hojeo el periódico y anoto mentalmente el gran parecido que encuentra Eduardo Mendoza entre el proceso catalán y la inacabada novela homónima de Kafka. Ignacio Vidal-Folch señala: El prusés me ha enseñado cosas que ya sabía teóricamente por los libros pero no había asimilado de verdad: lo sencillo que es formar masas aquiescentes a base de repetir consignas machaconamente por un sistema multiorgánico de propaganda, y el hecho de que las bellas ideas de los intelectuales son la piel decorativa de la que se desprenden cuando les conviene a sus intereses económicos y egolátricos. Sí, en estos años del prusés he tenido el raro privilegio de asistir en butaca de primera fila al nacimiento de un fascismo. Es decir, añado yo, personas que son utilizadas y guiadas hacia tiempos y lugares de apariencia edénica a través de una dominación sutil y emocional realizada, y esto es lo triste, por un necio y simple grupo de poder.
Con el ánimo subido por la cafeína, me encamino hacia la catedral. Tras haberla contemplado rodeándola por el exterior, saludo al mendigo que está en la puerta y entro. No hay mucha gente, menos mal. Las vidrieras impresionan, son el motivo de haber venido, buscando este espectáculo onírico que me aísle de la realidad.
Encuentro un banco donde hay suficiente luz, dentro del recogimiento imprescindible, y me pongo a leer. Cosas que pienso mientras leo:
Teoría número 1.- Lo importante no es el sentido de la vida sino el sentido de la espera en la vida.
2.- La vida consiste en saber esperar. Uno espera y espera hasta que le sorprende algo, vuelve a esperar hasta que le sorprende lo otro, y así, entre espera y espera, desesperadamente, está.
3.- Qué bien estaría en mi casa. Tendré que esperar un rato hasta terminar el libro.
4.- Quien contempla ha dejado momentáneamente de esperar.
5.- Por mi lado pasa un cura. Le veo con intenciones de saber el título del libro. Yo lo oculto, no sea que piense que no es la Biblia y me eche de la catedral.
6.- Hay frases que ayudan a vivir; no son las que se entienden ni las que no se entienden, sino las que se entienden a medias.
7.- La espera está asociada al silencio de Dios. Me imagino una sala de espera de un aeropuerto sin pantallas ni megafonía. El desasosiego es eso.
8.- Me interesa el vagabundeo libre, una psique tormentosa y un decorado exterior ligeramente extraño.
Avanzo muy entretenido con las andanzas del protagonista. Él también espera, pero se ha inventado un personaje de héroe y procura contemplar su estancia heroicamente. Por fin, tratando de pasar desapercibido, abandona Lyon y regresa a su casa sin dar la conferencia a la que había sido invitado. La timidez es una fuente inagotable de desgracias, dice, pero el escritor que no es tímido no vale nada pues, seguramente, carece de vida interior.
Sartre escribió que para que el suceso más trivial se convierta en aventura, es necesario y suficiente contarlo; esto es lo que engaña a la gente. El hombre es siempre un narrador de historias: vive rodeado de sus historias y de las ajenas, ve a través de ellas todo lo que le sucede y trata de vivir su vida como si la contara. Pero hay que escoger: o vivir o contar.
Teoría número 9.- El inconveniente de existir fuera de los libros.