Medea, de Lars von Trier


En momentos como este uno se reconcilia con el mundo a través del arte. Acabo de salir de la sala de proyecciones del Freewill, donde he sido el único espectador de esta obra maestra, curiosamente realizada para la televisión a partir de un guión dejado por Carl Theodor Dreyer.

El drama de Eurípides contado magistralmente. Sublimes imágenes oníricas, borrosas, de tonos sepias, oscuras, góticas, poéticas, lúgubres, dramáticas. Los sonidos, como en Tarkovsky, son los otros personajes: el agua, el crujido de las maderas, los pasos, el viento... Y el canto de los pájaros, siempre presente, constante, incluso en los momentos de mayor dramatismo, simbolizando una naturaleza, una mirada divina, siempre impasible y aparentemente ajena ante el sufrimiento humano.

Me vienen a la memoria estos versos de Juan Ramón Jiménez:

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar sin árbol 
verde, sin pozo blanco, 
sin cielo azul y plácido... 
Y se quedarán los pájaros cantando.


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