El libro de los veinticuatro filósofos
El Libro de los veinticuatro filósofos constituye un texto enigmático que recoge las definiciones de Dios propuestas por veinticuatro sabios reunidos en un simposio. El escrito, que aparece por primera vez en la segunda mitad del siglo XII, propone un método fundado en la verdad de frases enunciadas de forma axiomática, aceptadas en base a su presunta evidencia. La obra refleja el neoplatonismo y la exaltación del conocimiento místico negativo de la esencia divina, transmitido al mundo por Dionisio Areopagita y por su intérprete carolingio Juan Escoto Eriúgena.
Con un estilo oscuro, este libro hay que leerlo como si el conocimiento solo fuese una sucesión de unas cuantas metáforas, donde la mente humana se dedicara a traducir en conceptos lo que le sopla al oído su intuición. El origen último de estas metáforas es antiquísimo, y remite a Pitágoras en lo tocante a la mónada o unidad, y a Parménides, Empédocles y a los Himnos Órficos en lo que respecta a la esfera: Dios es una esfera infinita cuyo centro se halla en todas partes y su circunferencia en ninguna.
La naturaleza ternaria del principio divino halla forma en numerosas sentencias: Dios es mente-palabra-unión (IV), principio-proceso-fin (VII), poder-ser-bondad (X), potencia-sabiduría-voluntad (XII), unidad-verdad-bondad (XV), aquel de quien, para quien y en quien son todas las cosas (XXII).
Dionisio Areopagita y Juan Eriúgena atisbaron la verdad de la teología negativa: Dios no puede ser explicado por medio de palabras ni comprendido por el pensamiento porque lo transciende todo y es por completo diferente del alma. El alma guarda en sí misma el modelo de todo aquello que ha fluido al ser a partir de la primera causa, puesto que Algo ilumina en ella (Berkeley) las ideas de todas las cosas. El hombre tan sólo conoce aquello que puede poner en relación con las formas arquetípicas (Platón, Jung), y a través del complejo míxtico puede llegar a una cierta intuición del Misterio, no puede llegar más allá. ¿Podría la razón concebir las estructuras ideales del universo y los vestigios del creador? Para la razón Dios siempre será la tiniebla que queda en el alma después de la luz del recuerdo de un conocimiento puro. Mientras tanto, es bello pensar que Dios es mente que engendra la palabra y persevera en la unión, aquello en comparación con lo cual toda substancia es accidente. Y, por comparación, ya sabemos que el accidente es nada, una esfera finita convertida en sustancia infernal, imagen de un mundo sin alma, abismo y laberinto. Que se lo pregunten a Sartre o a Cioran. Los grandes ateos son grandes creyentes. Cioran sí lo sabía.