Nuevos Diógenes burgueses



Cuenta Dragó a propósito del libro Llamada perdida, de Gabriela Wiener que «decrecer es la palabra de moda en casa. No es avanzar ni ganar ni prosperar. Es decrecer. Ya no porque se hayan alineado los astros, sino por decisión propia hemos empezado a dar marcha atrás en nuestra infinita carrera hacia el progreso. En la lógica en la que nos hemos movido siempre, nos estaría yendo muy mal en la vida (...) la filosofía del necesitar menos para vivir mejor. ¿Para qué seguir creciendo? ¿Para qué producir más si lo disfrutas menos? Detente un momento a pensarlo. Yo ya empecé a decrecer desde un trabajo bien remunerado, pero esclavizante y poco alentador». Tal cual. Gabriela tiene razón. Lo sé en carne propia. Yo fui rico. Lo fui mientras era medio hippy y ganaba poco dinero. Nunca me faltó éste. Tenía exactamente lo que necesitaba y hacía cuanto me apetecía. Luego empecé a ganar bastante más y mi nivel de vida se tornó deficitario. Empecé a ser pobre. El dinero es lo más caro que hay en el mundo. Hoy, debido a la crisis, mis ingresos se han reducido en un ochenta por ciento. Vuelvo a ser rico. Seguro que a medida que pase el tiempo y vaya ganando menos lo seré mucho más.


Los cínicos somos hábiles rechazando la riqueza, pero solo en teoría. En la práctica procuramos atenernos a un simple cálculo de pros y contras. El resultado suele ser indeterminado debido al entusiasmo de pros y contras por esconderse y transmutarse con gran habilidad.


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