Edipo en Colono


Me paseo con el segundo tomo, dedicado a los complementos, de El mundo como voluntad y representación, de mi querido amigo Arturo Schopenhauer.  Ahora veo la realidad a través de caos esparcidos por una mirada divina. He quedado para conversar con varios clientes del Freewill sobre  teosofía. Uno de ellos tiene la voz tan triste que podría explicar a sus alumnos la forma agónica de morir de cada inquilino del cementerio. Quizá sea porque es domingo, y los domingos son iguales en todas las partes del mundo, por lo que voy pensando en Hegel y en el desasosiego que me genera su postura que tantas veces he contemplado en la portada de un libro suyo. Odio el conformismo, ¡qué le vamos a hacer! Soy un perfeccionista de la mediocridad, y ni siquiera eso me causa ya ningún tipo de satisfacción. Recuerdo ahora a José Luis Morante cuando dice que es un tedio vulgar lleno de libros. Giovanni siempre me dice que más importante que las lecturas es el orden en que se haya leído. Pero luego llegan las relecturas y se va alcanzando un orden ya inamovible, cuando el mito pasa a ser ya una mentira que dice verdades, y la razón se transmuta en una triste verdad que solo sabe decir mentiras. Puestas así las cosas decido regresar a casa y disfrutar un rato con Sófocles y su Edipo en Colono.


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