La ciudad de Levrero

Pero no tuve en cuenta las puertas y aberturas; de pronto me encontré en un lugar que, muy probablemente, podría haber sido el lugar en que creía estar, pero la duda me había tocado y me costó seguir. Empecé nuevamente a arrastrar los pies y a rozar las paredes, contando puertas, aberturas y escalones; pero ya estos datos no servían, porque no tenía la referencia principal, un punto de partida. Así, estuve subiendo y bajando escaleras, con una angustia creciente, sin saber si me encontraba arriba o abajo.

(...) me sentí anestesiado, pero no dormido; me fue invadiendo una cierta felicidad como de no existir. Pero duró poco; los pensamientos fueron cobrando forma, y pronto me encontré divagando otra vez en palabras. Se me hizo claro que todo aquello era un juego, al que estaba jugando sin conocer las reglas. ¿No sería más exacto decir que, más bien, yo no era un jugador, sino una pieza?

La ciudad
, Mario Levrero.



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