El barranco del búho




Me levanto a las siete y cuarto. Los mirlos charlan animadamente. Su conversación empezó hace un par de horas. Son muy madrugadores. Comienzan hablando bajito, pero poco a poco aumentan los temas de conversación que desembocan en una algarabía muy agradable que actúa como un despertador natural ideal. Me preparo café y me tomo un par de tostadas. Leo algunos artículos de prensa. Me pongo la ropa deportiva. Corro a ritmo lento. Me cruzo con un par de ciclistas, tres paseadores de perros y una joven andariega solitaria. Al cabo de media hora llego al Barranco del búho. Me siento y contemplo el paisaje durante un rato. Me da por pensar en la entrevista que he leído de Gonzalo Garcés a Houellebecq: ¿Cree realmente que Europa, al perder la religión, la reemplazó con el patriotismo, y que terminará por volver a la religión? Sí, aunque para mí es absurdo imaginar que el patriotismo pueda reemplazar a la religión. La cristiandad duró más de mil años; el patriotismo, un poco más de cien, desde la Revolución Francesa hasta la Primera Guerra Mundial. También podemos decir las cosas de una manera más siniestra: el patriotismo, para alcanzar la incandescencia, necesita enemigos. ¿Mientras que el único enemigo de la religión es la muerte? Y es un enemigo más confiable. Pienso en cómo Houellebecq guardó la compostura y respondió elegantemente a una pregunta tan absurda.


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