Sofía Gubaidulina




Creo que es cierto, como pensaba Francis Bacon, que un poco de filosofía inclina la mente del hombre al ateísmo y al escepticismo, ese es uno de sus peligros; p
ero profundizando en ella se llega a veces a un límite que puede resultar iluminador. 
Sofía Gubaidulina es una mujer religiosa, como su música. Por religión entiende esa 'religatio' con un vínculo invisible, casi ausente, pero que a veces se muestra desde un estado espiritual adecuado, y que es capaz de restaurar el centro de la vida. El arte se encargaría de hacernos vislumbrar esa recomposición de la integridad espiritual perdida. Dejando a un margen los evidentes avances de la técnica, Gubaidulina intuye que el mundo está inmerso en una pasividad espiritual adolescente, una entropía creciente del alma, una transición desde una distribución de la energía más compleja a otra más simple, más amorfa y desordenada. El espíritu humano, el arte, y en particular la música, dada su superioridad estética, deben contribuir para revertir este proceso con una restauración de la conexión entre el ser humano y el absoluto, buscando esta reconexión a través del proceso artístico y el desarrollo de un conjunto de símbolos musicales que expresen estos ideales. Se trata de no abandonarse en el amorfo mundo líquido donde, parafraseando a Lipovestky, la vida aparece vieja y vencida por el relativismo, como "una circunferencia en todas partes y el centro en ninguna". Gubaidulina cree en el camino de la pureza artística: Me gusta la soledad... La amo, sueño con ella, es mi estado natural. La soledad es el origen de la inspiración. Cuando nadie me fuerza a ir a ninguna parte, cuando nadie me requiere para reuniones ni entrevistas, cuando me dejan sola entre los árboles, entonces la inspiración llega sin falta.


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