Los nuevos mesías




Es curioso cómo los que suelen ser ateos en materia religiosa aparecen como auténticos fieles de los mesías, de los salvadores de la humanidad o de un trozo de ella. Parece que su fe, tan seca en el pozo de la trascendencia, solo encuentra una salida en la superstición política. Tú siempre me recordaste que ya en los principios de la democracia en Atenas, algunos nobles que se habían ganado el afecto del pueblo se hicieron con el poder. Como ninguno era un ángel, solían convertirse en tiranos, pero seguían argumentando que quien gobernaba era el pueblo: haced que el pueblo crea que gobierna y se dejará gobernar. Esto se ha repetido una y otra vez a lo largo de los tiempos. Ahora, los nuevos mesías traen novedades: ya no claman al pueblo sino a la gente. Del concepto político se ha pasado a uno sociológico. Me da a mí, Giovanni, que esto es un gran progreso, aunque por tu sonrisa burlona creo que no me tomas muy en serio. Al final, el pragmatismo de Montesquieu se ha convertido en un hito insuperable para frenar, en su natural y humana ambición, a estos mesías de la bondad angelical ausente.

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