La psicóloga




Ayer me encontré con una conocida, psicóloga de profesión, que parecía encantada de conocerse. Tras las trivialidades de rigor, le faltó tiempo para hacer uso de su colección de tópicos. Eligió uno de Epícteto, aquel que dice que los hombres no se perturban por las cosas sino por la opinión que tienen de estas. Le dije que aquella idea estoica, conflictiva y contradictoria, se basa en un error, el de afirmar que tenemos control sobre los quereres. Es un pleonasmo querer solo lo que quiero. Además, no se puede elegir siempre la interpretación mas feliz de la realidad. Aunque el lenguaje pueda jugar con muchas posibilidades expresivas, hay verbos que no admiten el imperativo, como querer, amar, disfrutar y creer. Cuando vio que yo recelaba de sus métodos intentó hipnotizarme. Casi lo había logrado cuando me espetó que personas como yo no traen nada bueno porque siempre estropean la hermenéutica de la realidad: "personas tóxicas", creo que dijo. Contesté diciéndole que eso era remediable, pues yo mismo, siguiendo su doctrina, podría ser objeto de su propia y libre hermenéutica. Añadí que lo espiritual no es ninguna vía de salvación sino un estilo de contemplación. Se marchó algo perturbada con la realidad o con su interpretación de la misma. Yo me resigné y continué mi camino hasta que reparé en que resignarse tampoco admite el imperativo, pero ya era demasiado tarde y me fui a casa a charlar con Schopenhauer. Basta con los dioses, la voluntad, los semidioses, las pasiones y los demonios de los sutiles argumentos para convertir al hombre en esclavo consciente de su esclavitud. No basta entonces con contemplar e inclinarse siempre por la pendiente más favorable como hace el agua del riachuelo. Nada es fácil, pero el esfuerzo no es sinónimo de control.


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