Elogio de la inconstancia




El sentido de la vida no está en la razón, está en la voluntad. Los enfermos depresivos no necesitan razones para vivir, solo deseos de vivir, que no se generan con la hermenéutica. Una voluntad que domina a la del hombre, paralela e imaginada. Schopenhauer fue el profeta... Y también el hereje, con su idea decadente de la anulación, traicionando incoherentemente su propia doctrina. Envidio de los demás su aparente adaptación a lo real, si dejamos al margen su ingestión de antidepresivos. La constancia es el puente que une el deseo y la realización de lo que ya no se desea. Así de bien le fue a Schubert que en su corta vida dejó más de ciento veinte obras inacabadas. Para él era más importante el deseo de crear que el deseo de terminar lo ya empezado. Si se hubiera empeñado en acabar lo que ya no le atraía habría, seguramente, fracasado. Cuántos lectores en ciernes han abandonado la grata adicción lectora por la manía de querer acabar los libros que empezaron. ¿Por qué hemos de hacer caso a un yo pasado que ya no sabe ilusionar? Qué es la vida sino un continuo acto de contemplación y el subsiguiente ejercicio de resolución de problemas, para luego seguir contemplando y contar a los demás lo contemplado. Junto al yo que contempla siempre hay un yo súper exigente que juzga y te estropea la contemplación. Pienso todo esto mientras contemplo entusiasmado esta obra de Juan Magrané: Cruzo un desierto y su secreta desolación sin nombre.

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