El árbol de la vida




Todos hemos recibido alguna vez algún correo que contiene un archivo de título sospechoso. Cuando lo abres aparecen una serie de imágenes espectaculares siempre acompañadas de música clásica o new age. Inevitablemente cada imagen viene manchada con frases procedentes de tópicos de la psicología de la autoayuda. Apliquen este método de trabajo en el mundo del cine y podrán realizar sin mucho esfuerzo la mitad de El Árbol de la vida, de Terrence Malick. Vayan vertiendo los tópicos a través de susurros. Como queda mucho metraje por rellenar, elijan cualquier historia convencional sin ningún interés. Mezclen sin criterio, así el batiburrillo parecerá místico. No había visto esta película en su momento, en 2011. Ayer la programaron en la televisión. Estuve a punto de abandonar, pero luciendo una fuerza de voluntad apreciable, aguanté hasta el final. Me dejó confuso, con la sensación de haber presenciado un engaño: lo pueril revestido por las formas de lo presuntuosamente profundo. Hay quien la compara con el cine poético y misterioso de Tarkovsky. Algo así como comparar a Paulo Coelho con Herman Hesse.

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