La mente en blanco




Solo recuerdo que me acosté después de ver Film, de Samuel Beckett, Alan Schneider y Buster Keaton. Ahora estoy rodeado de una nube blanca muy espesa que no me deja ver mi cuerpo ni mis manos. No consigo ver nada, solo un color blanco puro, uniforme, homogéneo. Nada distingue un lugar de otro. Intento mover mis pies, mis manos, pero no consigo que se topen con algo firme. Estoy como suspendido en el aire. De hecho, intento juntar mis manos, pero no lo consigo. Intento tocar mi cabeza, y tampoco. Es como si me hubiera vuelto gaseoso dentro de una niebla blanca y también gaseosa. Me empieza a entrar cierta angustia. Además, no oigo absolutamente nada, ni tan siquiera el ruido de mi circulación sanguínea o los acúfenos que, en mayor o menor medida, todos oímos. Lo único que oigo es el silencio absoluto. No veo, no oigo, no toco. Tampoco consigo oler nada, pero eso no me extraña mucho, la mayor parte del tiempo no olemos nada. Sólo me queda un sentido: el gusto. Abro la boca, pero tampoco ese sentido parece funcionar. Empiezo a establecer hipótesis: ¿Estaré soñando? No parece que sea así, aunque mantengo cierta esperanza de que así sea. ¿Habré entrado en coma profundo y mi conciencia es lo único que funciona en un cuerpo desactivado? No tengo ninguna posibilidad de comunicarme con nadie para pedir ayuda. Intento gritar pero no puedo. Pataleo, muevo las manos intentando encontrar algo firme. Nada, no hay nada. Sólo yo. Intento respirar profundamente, pero ni siquiera encuentro la resistencia de ese aire que roza las aletas de la nariz. Al menos no tengo dolores. No me duele ninguna parte del cuerpo y estoy cómodo, como si estuviera tumbado entre cojines de un plumón perfecto. ¿Qué puedo hacer? Ahora que lo pienso, en otras ocasiones y con este nivel de angustia, sentiría las pulsaciones de mi corazón que seguramente estará muy acelerado. El sudor cubrirá mi rostro. Pero no siento nada, solo pánico. ¿Habrá alguien ahí afuera intentando comunicarse conmigo? ¿Pensarán que estoy muerto? ¿Habré muerto y lo que me espera es una eterna conciencia de la nada? Al menos tengo mi imaginación. ¡Vaya!, ahora estoy paseando en una playa, la arena quema y huele a bronceador. La imagen se me va. ¡Dios mío!, ¿qué me está pasando? Daría lo que fuera por poder comunicarme con alguien. Me viene a la mente una conversación que tuve con un amigo acerca de los sordociegos. Al menos ellos tienen el tacto. Pueden andar, desplazarse, tocar los volúmenes, las facciones, notar el frío y el calor, la brisa. Se pueden comunicar con los otros, pueden leer, comer, disfrutar de un buen vino. ¡Un momento! ¡Acabo de sentir un golpe en la pierna! ¡Ahora dos! ¡Dios mío!

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