Thelonius Monk, bartleby




Fue un personaje sorprendente, libra, heterodoxo, siempre interesado en descubrir nuevas armonías, ritmos y estructuras: el creador fundamental del jazz moderno. "Todo lo que sé de música lo aprendí con la predicadora vagabunda a quien acompañé en mi adolescencia tocando el piano durante más de dos años". El estilo de Monk no era aceptado por todos los críticos y músicos, por estridente, histriónicamente enigmático y siniestro, lleno de oscuridad. Hubo momentos en que los empresarios no le tomaban muy en serio, quedando postergado y alejado de los grandes circuitos del jazz. "Nadie entiende mis ondulaciones sonoras, las cuales hago que convivan en fluctuantes espacios de silencio. De momento, con unas cuatro o cinco notas edifico un motivo melódico de cierta elegancia que relleno con disonancias superpuestas". Estos "acordes" disonantes, que él acompañaba con un gesto forzado del cuerpo, como diciendo 'ahí van, tomad' producen, al menos en mi caso, cierto dolor y no termino de disfrutar plenamente con ellos, no acaban de encajarme y eso que soy firme partidario de la música clásica cuasi atonal. En mi opinión introducía acordes demasiado disonantes en una música de una absoluta tonalidad, en el que la improvisación no solía salirse del carril tonal elegido. Acordes poco académicos, disonancias que producían chispazos en los oyentes pero que dejaban la sensación de que algo misterioso se estaba produciendo en el escenario. Él decía, "Siento en mi cabeza un merodeo insistente. Me voy al vacío. No soy estridente como dicen algunos. Solo intento configurar un ritual, un trance cenagoso, sonámbulo. Algo llueve dentro de mí." Un estilo que impresionó pero que era complicado: parecía como sí muchas veces persiguiera lo raro por lo raro, como si su heterodoxia fuese un fin en sí mismo y no un medio para expresar lo que sólo puede decir el arte. No solo los acordes, también su particular comprensión del 'tempo' atizaba su rareza. Solía retardar muchas veces el toque de una nota predecible con lo que aumentaba la tensión y la ansiedad de ese instante, pero "No toqué otra cosa en mi vida que no fuera un blues. Sí, un blues lánguido con hilvanes de Spiritual negro. En el fondo ejecuto himnos que aprendí de memoria en las iglesias de mi infancia. ¿Por qué no prestan atención a “Blue Monk”? Giro sobre mí mismo. Doy vueltas mientras escucho en la elipsis de los balbuceos de mi cabeza una euritmia antigua, un trote de arpegios, una ristra de notas en la calina." Monk vivía ajeno a todos estos factores, hermético, encerrado en su peculiar mundo y grabando una cantidad ingente de discos: "Más de una vez lloré sobre las teclas del piano. Nadie se dio cuenta entre la bruma del humo del tabaco." Esa es la atmósfera del jazz: penumbra, humo, alcohol y el armónico tintineo de los hielos. Su fama fue creciendo, "Bird y Dizzy precipitan demasiado las notas. Hay una exageración del virtuosismo que ambos poseen. Yo prefiero refugiarme en la frugalidad contemplativa, me valgo de un mínimo de notas que someto a un proceso de reiteración extraviada." ¡Exacto! Miles Davis lo invitó a participar en varios de sus discos, sabedor de su genio. No es extraño que en alguna ocasión hubiera algún conflicto entre los dos músicos durante las improvisaciones. Recuerdo una comparativa de versiones en el programa de jazz de Juan Claudio Cifuentes -"Cifu" para los amigos- en la que Monk, quizá paralizado presa de alguna visión mística, deja de tocar en mitad de la melodía de "The man i love" y tiene que surgir la trompeta de Miles para sacarlo del aprieto: "Miles Davis y yo nunca congeniamos: él intentaba con sus silbos musitar sobre mis conformes; yo quería mecer mi zozobra en los amarraderos de un blues perpetuo." Tocó con Coltrane, cuya amistad dio lugar a una de las uniones más representativas de la historia del jazz. Coltrane supo asumir el genio de Monk y participó en algunos de sus álbumes más carismáticos. Se casó, tuvo hijos, "Para mis hijos, Toot y Bo Bo, escribí breves baladas embarradas de ternura. En realidad son canciones de cuna. Acuarelas sonoras. Fragmentos que le robé a la llovizna: minuciosas frondas melódicas." Solitario aunque estuviera acompañado, difícil de tratar y de entender, dicen que a menudo pronunciaba sólo palabras ininteligibles. ¡Curioso! Para mí, la mayoría de la gente lo hace: solo oigo palabras insensatas enfangadas en tedio. La última década de su vida, ya retirado, decía: "Vivo en la residencia de la baronesa Pannonica de Koenigswarter. En un departamento contiguo reside el pianista Barry Harris. Dejo la puerta entreabierta: Harris se asoma, me imagina muerto. Estoy de traje negro y corbata roja. La cama es un ataúd. Harris se está aprendiendo “Straight no Chaser”: cierro los ojos y me quedo inmóvil: tres gatos de Pannonica orinan mis zapatos (...) Me levantaba temprano y me ponía mi mejor traje, mis zapatos de dos números de más, mis calcetines de lana y mi corbata combinada: me tiraba de nuevo en la cama a mirar el techo o a la televisión en mi programa favorito, El precio justo. Cuando la baronesa me albergó en su casa dejé de tocar el piano; escuchaba a Barry Harris ensayando los temas que en la noche ejecutaba con el saxofonista Yusef Lateef. No me gustaba, se parecía demasiado a Bud Powell. (...) El domingo me acorrala: le robo dos o tres acordes al piano: confirmo la belleza atrapada en el tedio de toda esta soledad en la casa de la baronesa. Uno de sus gatos orina mi sombrero turco (...) Benditos los que no necesitan del silencio. Benditos los que nada esperan, los que nunca se atreven a profanar la luz. Benditos, la gracia de Dios unta sus gestos." Monk era a la vez sombrío y alegre, triste y lleno de humor. Como todo el mundo, fases expansivas alternadas con las de de introspección y recogimiento. El gran problema es que las segundas no se ven, no se hace publicidad de ellas, se esconden en esta sociedad de zombies expansivos, donde parece obligado sonreír y estar alegre todo el tiempo: "La vida es un afán dudoso. Quizás, por eso las desolaciones temblorosas en mis composiciones." Desconozco si tenía una pulsión ascética, más allá de su nombre, y si Monk -monje en inglés- buscó lo que luego encontró, la clausura monástica, viviendo en su mundo y refugiado en su propia soledad. Antonio Muñoz Molina escribe: "Desde la ventana de la habitación que abandonó muy pocas veces en los últimos años de su vida Thelonious Monk veía el río Hudson y el perfil entrecortado de Manhattan (...) Su dueña era ahora la baronesa Pannonica de Koenigwarter, que llevaba años dedicando su vida y su fortuna a proteger a músicos de jazz, y que en 1955, en su apartamento del hotel Stanhope de Nueva York, había acogido a Charlie Parker, enfermo y desahuciado. Mientras la baronesa Pannonica le preparaba algo de cena o una bebida Parker estaba en el sofá mirando un programa cómico que le gustaba mucho. Se le paró el corazón en medio de un ataque de risa. Ahora Pannonica o Nica vivía retirada en Nueva Jersey en compañía de sesenta gatos y desde 1976 tenía como huésped a Monk, que llevaba tiempo sin tocar el piano, sin hacer nada, sólo levantarse cada mañana y vestirse y volver a tenderse en la cama recién hecha para mirar al techo o volver los ojos hacia la ventana en la que se recortaba cada día la silueta azulada o diluida en la niebla de la ciudad en la que había crecido y pasado la mayor parte de su vida, y a la que no iba a volver, teniéndola tan cerca. (...) Algo de imposible hubo siempre en la música de Monk, una cualidad tortuosa y chocante que durante muchos años desconcertó a quienes la escuchaban y que todavía mantiene el filo de su novedad. La pulsación de una sola nota basta para identificarlo. Delicadeza y disonancia se superponen provocando ondulaciones sonoras que duran en los espacios de silencio. Con cuatro o cinco notas ya se ha establecido una melodía que tiene una parte de dulzura y otra de burla y de tentativa en el vacío (...) cuando ya era un músico conocido, sus estridencias y sus invenciones sonoras no se alejaron nunca del tronco de los blues, y sus lentas danzas de oso sobre el escenario mientras los otros seguían tocando tenían algo de ritual antiguo y posesión, como de trance de iglesia baptista. Otros se extenúan en vano queriendo lograr a base de aspavientos y de imposturas algún simulacro de originalidad. Thelonious Monk no se pareció nunca a nadie. Creció en la digna pobreza de la clase trabajadora negra que emigraba desde el Sur agrario, atrasado y racista a las capitales industriales del Norte y siguió siendo pobre, con periodos cortos de relativo bienestar, hasta el final de su vida (...) Monk prefirió la apariencia de sencillez, las lentitudes contemplativas. Inventó una música en la que otros brillaban más que él y una estética personal que se convirtió en moda: la boina, las gafas de sol en plena noche, la perilla de cabra. (...) El silencio también tiene que ver con Thelonious Monk, que eligió recluirse en él al final de su vida, estragado por la enfermedad y el agotamiento: un silencio que según él decía es el ruido más estruendoso que existe en el mundo."

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