Un hombre desahuciado, al que el dolor le parece la única realidad, decía que es un misterio que los libros interesantes como los de Schopenhauer y los suyos no encontraran lectores. Hizo un recorrido por la filosofía en seis horas y cuarto: "En cada filosofía hay una elección fundamental que es arbitraria, y el resto, sistema y razonamiento, sirve solamente para justificar esa elección". El racionalismo comienza cuando se somete todo a la duda absoluta, hasta que la razón está obligada a admitir una idea a la fuerza. Descartes tuvo miedo y demasiado pronto aceptó que los prejuicios inundaran su sistema. Era un callejón sin salida y no confesó su treta, disfrazada de argumento ontológico. Filosofar no es una elección, es algo obligatorio y necesario para tener una visión global en la que aposentar nuestros estares. Hay que dudar de que el cerebro albergue la conciencia: mi cerebro está en mi conciencia, pero no tengo nada claro lo contrario. Es la diferencia entre idealismo y materialismo. Schopenhauer pensaba que la contemplación era lo superior, un acto sólo al alcance de los artistas, seres que no sirven para la vida práctica y que son antisociales, muy sensibles al ruido. Hegel asimiló el mundo únicamente a través de su razón. Es obvio que tras esta filtración terminara afirmando que todo lo real es racional. Poner el mundo entre paréntesis fue la gran aportación de Husserl; no acabaron en los mapamundis de los colegios por redundantes. La moral limita nuestra libertad, al principio, para expandirla, al final. La moral limita mi derecho a decidir. Un sistema filosófico es siempre un campo de sentido, un reduccionismo para poder manejar lo que no es manejable. El pragmatismo, al considerar que solo es verdadero lo útil, es el ejemplo perfecto. Pero su concepto de utilidad es demasiado discutible y poco manejable. Para Marx el hombre es un objeto. El marxismo y las izquierdas en general permiten pronunciar hermosas frases. La idea de que el Estado sea superior al individuo es demasiado escurridiza y peligrosa pues identifica Estado con moral y no con abuso caprichoso. Que la propiedad sea una exclusiva del Estado no es garantía del uso y disfrute por parte del pueblo; pero el poder se concentra y, una vez concentrado, siempre se corrompe. Así es la "democracia popular", cocinar la masa mediante la retórica eufemística: hazles creer que gobiernan ellos y se dejarán.