Cocteau y el opio




No esperéis de mí que lo traicione. El opio sigue siendo único, naturalmente, y su euforia superior a la de la salud. Le debo mis horas perfectas. Es lástima que, en vez de perfeccionar la desintoxicación, la medicina no intente hacer inofensivo al opio. Un opio eliminable dulcificaría las costumbres y haría más beneficios que daños produce la fiebre de acción. El efecto del opio proviene de un pacto. Si nos seduce, ya no podremos abandonarlo. Ciertos organismos nacen para ser presa de las drogas. El mundo sigue siendo un fantasma antes de que una sustancia le dé cuerpo. Quien ha fumado, fumará. El opio sabe esperar. El opio castiga los fines. El opio es una decisión a adoptar. Nuestro único error consiste en querer fumar y compartir los privilegios de los que no fuman. No hay que curarse del opio, sino de la inteligencia. El drama del opio no es otro, para mí, que el drama de la comodidad y de la incomodidad. La comodidad mata. La incomodidad crea. Hablo de la incomodidad material y espiritual. Tomar opio, sin abandonarse a la comodidad absoluta que proporciona, es evitarse, en el terreno espiritual, los trastornos estúpidos que no tienen nada que ver con la incomodidad en el terreno sensible. ¿Vive en pleno éxtasis un ermitaño? Su incomodidad se convierte en el colmo de la comodidad. Sin el opio todos los proyectos —bodas, viajes—, me parecen tan insensatos como si una persona que se cayese por un balcón quisiera intimar con los ocupantes de las habitaciones ante las cuales pasa. Todo cuanto se hace en la vida, incluso el amor, lo hace uno en el tren expreso que marcha hacia la muerte. Fumar opio es bajarse del tren en marcha; es ocuparse de otras cosas que no sean la vida y la muerte. No puede decirse que el opio, al despojarlo de toda obsesión sexual, empequeñezca al fumador, pues no sólo no provoca ninguna impotencia, sino que sustituye ese género de obsesiones bastante bajas por un género de obsesiones bastante elevadas, singularísimas y desconocidas para un organismo sexualmente normal. Es imposible que una persona que no fume viva junto a una persona que fuma. Cada una de ellas viviría en un mundo distinto. Bajo el opio le sucede al fumador ser una obra maestra. Una obra maestra que no se discute. Obra maestra perfecta por fugaz, sin forma y sin jueces. El regreso carece de encantos. Sin embargo, al volver, se conserva una nostalgia. Es difícil vivir sin el opio después de haberlo conocido, porque es difícil, después de haber conocido el opio, tomar a la tierra en serio.

[Extracto libre procedente de "Opio", de Jean Cocteau, diarios escritos durante el proceso de desintoxicación de su adicción al opio].

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