Diario, de Petter Moen
Petter Moen (1901-1944), tras la ocupación nazi, pasa a ser de empleado de una compañía de seguros a dirigir el London Nytt, uno de los periódicos clandestinos más importantes y de mayor tirada de la resistencia noruega. En enero de 1944 lo eligen coordinador de todas las publicaciones clandestinas del país. El 3 de febrero de 1944, durante el llamado «crack de la prensa» de Oslo, Moen es detenido y encarcelado por la Gestapo. Una semana después, comienza a escribir un diario perforando sus palabras en pliegos de papel higiénico con un clavo. Agrupa los pliegos de cinco en cinco y los va arrojando por la trampilla de ventilación de la celda. Nunca pudo revisar lo que escribió.
Tras siete meses de cautiverio en el cuartel que la Gestapo había establecido en la Comisaría General de Oslo, Moen es embarcado, junto a otros cuatrocientos detenidos, en el Westfalen rumbo a Alemania. El barco naufraga y sólo cinco personas sobreviven. Petter Moen no estaba entre ellas pero sí uno de sus acompañantes.
Lo verdaderamente interesante del libro se halla en la celda de aislamiento, la primera parte del libro, donde Moen está sólo y siente desprecio hacia sí mismo por ser tan débil ante la tortura. En los peores momentos busca consuelo y compañía en Dios cuando nunca antes había sido un hombre religioso:
“¿Es honesto mi impulso hacia Dios? Se dice que la fe en Dios surge del miedo, del miedo a la naturaleza y a la muerte... Creo poder encontrar a Dios por el camino del sufrimiento, la angustia y el rezo. ¿Me habré hecho un truco a mí mismo? Sólo sé que el sufrimiento y la angustia son realidades aterradoras y que en el sufrimiento y la angustia grito: Dios –ayúdame. Este grito me ayuda. Mitiga y a veces suprime el miedo. ¿Significa eso que Dios me ha ayudado? Intento evitar el autoengaño –pero no puedo negar la vivencia”.
“No tengo fe, pero pido fe. Extraño”.
“más importante me resulta ahora encontrar un Dios. Si sólo existe en la muerte… tendré que morir”
“Suceden aquí cosas misteriosas. No estoy solo.”
“Pido a Dios que me ayude. Ahora él es mi único apoyo.”
“Tengo la esperanza de recibir ayuda de Dios. Es mi última posibilidad de «salvación» en todos los sentidos.”
“No es un «fallo» de la fe que surja de la angustia —pero al menos ha de s u r g i r con la misma fuerza que un pensamiento convincente”.
Cuando abandona la celda de aislamiento y comienza a convivir con los otros presos se inicia la vulgaridad, el diario baja de nivel y se dedica a revisar los problemas de convivencia con los otros dos presos en una celda reducida y a una estúpida y detallada lista de lo que comían. La compañía lo ha vuelto estúpido. Eso me suena.