Las teorías no son pruebas
Una teoría científica es una explicación posible de la realidad fenoménica. Organiza el conocimiento existente, predice y acierta muy bien. Sin embargo, no es una prueba, por lo que es susceptible de ser refutada. Así, la teoría de la gravedad, la teoría de la evolución o la teoría cuántica son marcos teóricos que explican, pero siguen siendo revisables y, como mucho, aproximativos a la verdad. Una teoría puede funcionar sin ser "cierta", puede ser útil en ciertos contextos, pero incompleta o incluso incorrecta en otros. La mecánica clásica de Newton funciona perfectamente para describir el movimiento de objetos grandes a velocidades bajas, pero no es válida en contextos atómicos o espaciales, relativistas o cuánticos. La verdad absoluta es inalcanzable. Desde un punto de vista filosófico, como el falsacionismo de Karl Popper, las teorías científicas nunca pueden probarse como absolutamente ciertas. Al contrario de lo que creen los pragmatistas, la utilidad no implica verdad. Puede proporcionar resultados prácticos sin reflejar cómo funciona realmente el universo. Por ejemplo, los antiguos modelos geocéntricos eran útiles para predecir movimientos planetarios, aunque eran incorrectos. Las teorías no son verdades absolutas, sino campos de sentido, herramientas dinámicas y perfectibles y, aunque funcionen, pueden estar absolutamente equivocadas.