Rawls y Alvaro Delgado-Gal
Leo este interesante artículo [leer] publicado en Revista de Libros. Aunque el autor no llega a desarrollar todo el jugo que insinúa, sí queda patente que el liberalismo, como cualquier otra doctrina o ideología, hunde sus cimientos en un lodo que se rellena con piedras dogmáticas, por lo que no soporta una sucesión más o menos extensa de porqués. Por tanto, el filósofo o el diletante racionalista extremo siempre acabarán decepcionados con esta o cualquier otra argumentación. Aún así, mi intuición intenta convencerme de que el liberalismo tiene algo superior: su humildad. El liberalismo cree en un valor supremo, la autonomía del individuo, partiendo del escepticismo, de la duda:
[...] la libertad de cada cual para decidir quién o cómo ha de ser. Es importante notar que la exaltación que del individuo se hace en el liberalismo, envuelve o encierra un igualitarismo implícito. [...] El credo liberal exige dosis considerables de escepticismo, o de suspensión del juicio sobre cuál es la mejor manera de vivir. La razón salta otra vez a la vista: si nos constara cuál es la mejor manera de vivir, lo racional sería obligar al hombre a que la viviera, y entonces no habría ya argumentos para defender la autonomía individual.
Es decir, ante la ausencia de una verdad absoluta, debemos conformarnos con maximizar nuestras verdades relativas, y ello se consigue respetando los relativismos particulares de cada uno. La libertad se asienta si previamente cumplimos unas obligaciones mínimas ya sea partiendo de la costumbre, la empatía, la compasión, la fraternidad o la ley. No hay derechos sin obligaciones. La actitud paternalista e hipócrita de los estados con sesgos no liberales se basa en la desigualdad: la supuesta élite en el poder cree saber lo que es bueno —prohibición de las drogas, obligatoriedad uso del casco o el cinturón, por ejemplo— para la ignorante plebe a la que hay que proteger de sus propias decisiones. A partir de ahí comienzan los abusos: el relativismo de los dirigentes quiere ser más absoluto que el de los individuos. Conclusión: los que abogan por la igualdad en el tener lo hacen a partir de la desigualdad en el ser.
Desde este punto de partida la libertad de expresión no puede ser un cajón de sastre en la que esconder todo tipo de violencia solo porque esta sea verbal. Existe una colision de derechos cuya frontera es difusa pero no por ello inexistente:
[...] no consiste meramente en que cada uno pueda decir lo que quiera, sino que estriba, más bien, en atinar con un modo de expresarse, o incluso, de pensar, que no suponga un ataque o una amenaza contra quienes piensan de modo distinto.
Por otro lado, en la ideología de Rawls aparece constantemente la redistribución de la riqueza porque:
[...] Rawls, subiendo una octava, afirma que los hombres, en tanto que iguales, merecen verse protegidos de otras muchas contingencias [...] Rawls fue acogido por estos pagos como un socialdemócrata, siendo así que no es un socialdemócrata en absoluto, sino un liberal puro con fuertes propensiones a los programas de sesgo redistributivo [...] Rawls se convirtió en el refugio o coartada de quienes habían abandonado la fe marxista pero se resistían a cruzar el vado y montar el tenderete en la orilla frontera.
Pero hay algunas objeciones:
"Some Reasons for the Maximin Criterion" (1974). En él aborda Rawls una cuestión elementalísima: la de si el principio redistributivo no constituirá una forma de explotación de los más dotados por los menos dotados. Y contesta observando que los talentos y capacidades naturales integran, «en cierto modo», un patrimonio colectivo [...] impulsados por el cálculo egoísta, esos sujetos apañan un tinglado que ofrece cobertura a los más desfavorecidos. El sistema, en consecuencia, es solidario. Pero nos encontramos con la pejiguera de que ello no torna «solidarios» a los sujetos que lo habitan. Éstos siguen siendo egoístas. Peor todavía: son, además, pusilánimes, lo que no constituye precisamente un dato en su favor.
Alguien puede preguntar: si el fin no justifica los medios ¿quién lo hará? Los principios, se le puede responder. Lo que pasa es que estos no pueden evitar tener al fin último (imaginado, creído o soñado) como la referencia fundamental de valoración:
El modelo ultraliberal resulta útil a efectos expositivos. Pero su trasfondo economicista puede dar lugar a equívocos no siempre felices. Algunos ultraliberales, en efecto, son propensos a confundir la cuestión de la libertad con la de la eficiencia. Este es un error grave, puesto que lo que autoriza al mercado desde una perspectiva liberal no es su eficiencia, sino el hecho de que habilita un espacio en que los agentes pueden emplear sus recursos productivos como mejor les parezca [...] Rawls, al introducir su famoso velo de la ignorancia (mencionado por primera vez en «Distributive Justice»: 1967), había suscitado ya, en esencia, al sujeto moral kantiano. Un sujeto moral puro, definido exclusivamente por su capacidad para legislar sobre sí mismo mediante reglas genéricas que hacen abstracción de sus circunstancias individuales: sus pasiones, el ángulo idiosincrásico desde el que contempla el mundo, su carácter, etc.