Una introducción a la lógica jurídica, de Loevinger
El Derecho usa la lógica, pero no está gobernado por ella; la decisión judicial combina lógica, interpretación y valoración social. El Derecho no funciona como la matemática, sino como un sistema humano lleno de interpretaciones. El Derecho no es un sistema cerrado. En la práctica existen lagunas, ambigüedades y conflictos de normas. Por ello, el razonamiento jurídico no es un silogismo perfecto. El juez interpreta, pondera valores. La lógica sí importa, pero no es suficiente: ayuda a evitar contradicciones, a asegurar coherencia argumentativa y a justificar decisiones, pero no determina el resultado final. Las decisiones también se apoyan en la moral, en la experiencia, en la política legislativa y en el contexto social. El razonamiento jurídico es práctico, no abstracto. Por eso, el juez no solo deduce, también interpreta los hechos, evalúa pruebas, elige entre distintas normas y precedentes. Loevinger concluye que el Derecho no es un sistema lógico puro, sino un proceso racional práctico donde la lógica es una herramienta útil, pero no la regla absoluta. No existe una “máquina de sentencias”. El razonamiento jurídico es flexible y humano. La lógica jurídica no reemplaza al juicio judicial, solo lo ordena.
El Derecho, que es el que sanciona sobre normas, sobre el deber ser, no puede —por impotencia— llegar a ser lo que debe ser, sino que debe resignarse a ser solo lo que está en su mano llegar a ser. Lo sabíamos, pero la paradoja es fastidiosa.










