Neoludismo contra la IA


La IA no “margina al ser humano”: margina tareas. Confundir funciones con dignidad es una nostalgia mal diagnosticada. Decir que la IA erosiona lo humano es como decir que la imprenta erosionó la memoria. El problema no es la herramienta, sino quién decide cómo se usa. La ansiedad no la genera la IA, la genera un mundo que ya no acepta certezas. Culpar a los algoritmos es evitar discutir del poder. Automatizar no es deshumanizar. Deshumanizar es obligar a millones a trabajos inútiles solo para preservar una idea romántica del empleo. La vida social no se erosiona por algoritmos, sino por la desigualdad ante la ley y la concentración del poder. Si delegar decisiones a máquinas es peligroso, ¿por qué delegarlas a burócratas opacos o corruptos "muy humanos"? La IA no sustituye personas: sustituye trabajos e ineficiencias. El verdadero debate es qué hacemos con el tiempo liberado. No es humanismo, es defensa corporativa del control. La condición humana no se define por calcular, clasificar o predecir. Reducirnos a eso es el error previo. La política ya estaba erosionada antes de los algoritmos. Decir que la IA “atraviesa todas las dimensiones de la vida” no es una crítica, es una descripción de cualquier tecnología relevante. La historia muestra que cada avance técnico fue acusado de destruir lo humano. Lo humano sobrevivió. El miedo, también. La marginación del ser humano no empieza con la IA, empieza cuando el trabajo define el valor de la vida. La IA no elimina lo social: lo reconfigura. El miedo a la IA suele disfrazarse de ética, pero muchas veces es resistencia al cambio de jerarquías. La pregunta no es si la IA debe existir, sino quién la controla y para qué. Todo lo demás es retórica tranquilizadora.



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