La huida del tiempo, de Hugo Ball


Este diario, escrito por el fundador del movimiento dadaísta entre 1914 y 1921, mezcla anotaciones personales, reflexiones filosóficas, crítica social, apuntes sobre arte, y muestra la transformación interior del autor desde el nacimiento del dadaísmo hasta la decepción con el mundo moderno. Estas páginas son un cuaderno de un viaje intelectual espléndido. Observamos un continente que ha perdido la brújula moral, y el poeta escucha cómo crujen los costuras de la civilización. Allí el heroísmo consiste en apreciar pinceladas de humor entre una multitud de hombres cansados, diletantes que discuten mientras el mundo arde. 

Zúrich aparece como una isla ausente. En el Cabaret Voltaire, un puñado de artistas juega a inventar un nuevo idioma para soportar el caos. En 1916, junto a otros artistas, nace el dadaísmo, un movimiento de ruptura y provocación. Dadá es carcajada, chiste, protesta, poesía sin gramática, un salto contra la sinrazón que ha conducido a la guerra. En aquellas noches de luces culpables y voces descompuestas, Ball se convierte en maestro de ceremonias del intento de dinamitar el lenguaje para que el mundo vuelva a empezar. El diario recoge los recitales de poesía fonética, performances, humor absurdo, crítica al arte tradicional y una búsqueda de libertad creativa absoluta. Para Ball, el dadaísmo es un acto de rebelión espiritual y estética contra un mundo irracional que hace la guerra.

El diario muestra el cansancio del autor: de soñar con provocar un terremoto artístico, a descubrir que el propio terremoto lo atraviesa. El poeta busca silencio. Se retira hacia la fe, hacia la palabra antigua, hacia los místicos y los filósofos de la patrística. Es la crónica de una fuga, de la guerra, de la modernidad, de la velocidad. Es el testimonio de un hombre que quiso sostener el mundo con la voz y terminó sosteniéndose a sí mismo a través de la lectura, de las voces de los muertos. En sus páginas late una intuición luminosa que consiste en aprender a escuchar el silencio.

La timidez de mi tono de voz, mi paso lento y vacilante hace tiempo que le han revelado que soy un «artista», un idealista, un personaje de aire. Si ocupo una silla, incluso acompañado, yo mismo noto a la legua que el que se sienta allí no es más que un fantasma.

También por eso evito dejarme ver.

Nietzsche atacó a la Iglesia y dejó pasar al Estado. Fue un tremendo desacierto.

Aquel filósofo que buscaba hombres con un farol no lo tenía, ni con mucho, tan mal como nosotros hoy. No le apagaron de un soplo el farol ni su propia luz. Tuvieron la mínima deferencia de dejarle que siguiera buscando. 

A quien ha consumido todas sus dudas y esperanzas ya sólo le pueden consolar las drogas. Las drogas son estados humanos de perplejidad y dicha concentradas, que permiten penetrar profundamente en un más allá imaginario. La dosis que uno necesita para que la vida todavía le parezca soportable, esa dosis, se regula, con independencia de su constitución física, según el grado de nostalgia o decepción [...] Los narcóticos vendrán a quebrar la esterilidad de la vida moderna. Completan la dimensión psicológica, que resulta demasiado simple. El yo desea revocar las circunstancias adversas en las que se ve inmerso [...] Se comprende que haya pueblos para los que los narcóticos pertenecen a la esfera religiosa; como un método o una escuela preparatoria para el desgaste, la humildad y el propio rejuvenecimiento.

El mundo visible es vano y fue construido por Maya. Por tanto, los maestros de la verdad son en realidad maestros de Maya (maestros de la ilusión).

Una sola noche de primavera proporciona a los hombres una liberación más profunda que toda una literatura. Desgraciadamente, la noche de primavera no se puede reproducir a voluntad.

En todos los sistemas socialistas anda enredando la peligrosa opinión de Rousseau, según la cual lo único que impide un paraíso en la tierra es la sociedad corrupta.

Qué cabe esperar en estas circunstancias de una revolución proletaria? ¿Una regresión a un estado primitivo como poco? 

Conócete a ti mismo. ¡Cómo si fuera tan sencillo! Como si para ello sólo se requiriera buena voluntad y una mirada vuelta hacia el interior.

Noto que caigo en una ligera locura que brota de mi ilimitado amor a ser otro.

Un buen psicólogo logra infundir temor o tranquilizar, recurriendo a un único tema sobre el que distribuye los acentos según el caso. Cuanto más grande es el psicólogo, tanto más insignificante es el matiz decisivo [...] Siempre es arbitraria y no caracteriza el objeto, sino el carácter proteico de quien presenta el objeto. El psicólogo siempre es un sofista. 

Ahora sé cómo se ven las cosas desde aquí abajo y las teorías socialistas, en la medida en que cuentan con el entusiasmo de las masas, me parecen bastante románticas e insulsas. A los que concibieron teorías de este estilo y se alimentaron de ellas, les gustaría haber sido afectuosos amigos del pueblo; conocedores de sus protegidos no lo fueron.

Voltaire le parece el antipoeta, el rey de los mentecatos, el príncipe de los superficiales, el antiartista, el predicador de los porteros. 

Uno puede incluso buscarse un domicilio fuera del tiempo, y no sólo de la sociedad, y conformarse únicamente con el trato de los muertos. 

Todo arte vivo será irracional, primitivo y complejo, manejará un lenguaje secreto y no dejará como legado documentos edificantes, sino paradójicos. 

2.II.1916. Cabaret Voltaire. Con este nombre se ha constituido un círculo de jóvenes artistas y literatos, cuyo objetivo es crear un punto de encuentro para el esparcimiento artístico. 

Tzara se atormenta por la revista. Mi propuesta de llamarla Dadá ha sido aceptada. 

En rumano Dadá quiere decir «sí, sí»; en francés, «balancín» y «caballito de madera». Para los alemanes es un signo de simpleza e ingenuidad y está unido prolífica e íntimamente al cochecito de niño. 

Dadá es un juego de locos a partir de la nada en el que se enredan todas las cuestiones elevadas. 

Propongo un nuevo juego de sociedad. Se leen las frases que uno quiera tomadas de los principales periódicos y, luego, a ver quién adivina su autor. 

Según Monsieur Giler, la naturaleza del hombre puede adoptar dos formas antitéticas: o bien la de un salvaje, si sus sentimientos imperan sobre sus principios; o bien la de un bárbaro, si sus principios destruyen sus sentimientos. 

Con Duns Escoto, estoy por el primado de la voluntad sobre la razón. La razón es una facultad pasiva. 

No rehuimos la vida, la buscamos. También esto es un camino hacia la renuncia. Un interior rebosante de decepciones provoca automáticamente un distanciamiento. Se necesita estar aislado, para volver a encontrarse y comprender lo que ha ocurrido, lo que a uno le ha podido suceder. 

La mayoría de las veces, los defectos que descubrimos en el otro son sencillamente los propios. Quien se ha familiarizado con esta idea saca algún gran provecho de ella. 

Dionisio Areopagita es la refutación anticipada de Nietzsche. 

Ayer por la tarde, conversando con Hesse, me salió el carácter de san Juan Clímaco. Está claro que la gente ya conocía entonces el psicoanálisis. Simplemente le daban otro nombre. Es evidente que los terapeutas de los que habla Filón [de Alejandría] eran analistas. 

Englert me envía reseñas del nuevo libro de Papini. 

Ahora empiezo a creer que he entendido a san Antonio, del que todavía me ocupo. 

He tomado prestado del doctor M. el Bagavadgita, en el que hasta ahora no he encontrado nada nuevo, de modo que se lo devolveré inmediatamente.

 Durmieron su sueño y no encontraron nada en sus manos. 


 


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