Ciclonopedia: Reza Negarestani no sabe reír
Reza Negarestani no existe, es una ficción especulativa escrita por un grupo de ingenieros aburridos de la metafísica y fascinados por el polvo de las ciudades petroleras. El resultado es un pensamiento que quiere escapar del lenguaje, pero el lenguaje lo abraza, viscoso.
Me gustaría conocer a Negarestani para pedirle explicaciones, aunque seguramente terminaría hablándome de polvo y demonios, de narrativas que se disuelven en su propio exceso, donde solo persiste la voz impersonal del vacío.
“El petróleo es la sangre del demonio”, fue la única frase que subrayé. Quizá Negarestani sea, más que un filósofo, un experimento narrativo, uno claramente fallido que confunde el pensamiento con la fiebre.
Ciclonopedia me dejó con la sensación de haber pasado horas conversando con una tormenta de arena. La prosa, si se le puede llamar así, gira sobre sí misma hasta desintegrarse en un ruido seco, como si el texto se hubiese propuesto comprobar cuánto puede resistir el lector antes de evaporarse. No es filosofía, no es literatura, y sin embargo pretende ser ambas cosas, un híbrido de petróleo y metafísica que, al final, solo mancha las manos.
Negarestani es audaz: audacia rellena de vacío. Si la oscuridad equivaliera a profundidad, la editorial Materia Oscura sería la hostia. Pero no, esa confusión es la gran peste de nuestro tiempo: confundir lo oscuro con lo profundo, lo ilegible con lo radical.
Mientras avanzaba por sus páginas saturadas de neologismos, me acordaba de los escritores que han sabido convertir la deriva intelectual en una forma de claridad, en un juego de espejos donde lo incierto se vuelve luminosa ironía. En Ciclonopedia, en cambio, el juego se pierde en su propio polvo. No hay ironía, sólo una especie de solemnidad apocalíptica.
El libro solo puede funcionar como performance, como un acto de saturación deliberada, una burla involuntaria del lenguaje académico y del mito “pensamiento extremo”. Pero si ese era el objetivo, echo de menos la risa.