Lo incompleto



Nuestra imaginación se agota por empeñarse en convertir hechos contingentes en necesarios. Traducir es donar una nueva interpretación, quizá mejor. El texto original es fruto maduro, sí, pero también nueva materia prima que procesar. Los comienzos son lo mejor, el planteamiento, las preguntas. Hago lo posible por que todo permanezca abierto, incompleto, inacabado, con energía potencial. Te veo leer un libro tras otro. De los finales ni te acuerdas. Te quedas con lo contingente, fragmentario, innecesario. La trama te repugna. Los finales cerrados siempre decepcionan. Y entristecen. Escribes para intentar fijar los restos, lo selecto. Mi yo es multitudinario en soledad. En compañía, me mimetizo, pero no siempre lo consigo. Me había mitificado como un romántico, excéntrico, introvertido y aislado. Cada uno juzga al otro, con cierta compasión e incomprensión. El embrujo del arte es algodonoso. Porque ser uno mismo es insuficiente, además de imposible. Ningún ser está nunca completo, ni es suficiente, y es por su insuficiencia que cada ser está siempre abierto. La vulnerabilidad es evidente: el otro no es siempre algodonoso, decía Schopenhauer, es un puercoespín. Una oreja puede romper un corazón como la lanza de Longinos. Abierto a lo que nunca será. El pasado es un paraíso muy pesado. El presente es pobre; el pasado, rico. Si has leído poco últimamente no es que la existencia haya vencido a los Libros, sino que se ha hecho más pequeña, casi diminuta, amigo. Todo ocurre en los bordes y el sentido se derrama. Envidian el mundo difícil y la vida intensa del moribundo. La muerte nos lleva a los límites del sentido. No, leer un poema no es necesariamente entenderlo. Puedo ofrecerte matices para saltarte tus propias normas y, así, seguir sonriendo despreocupadamente, como un pecador que ha confesado que es esencialmente incompleto. 

Acaso no son todos los Hechos Sueños tan pronto los dejamos atrás.
Emily Dickinson

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