El Velázquez de Ortega
Los grandes hombres no representan a su época; son grandes porque se oponen a su tiempo y abren nuevas perspectivas. Hay quien reacciona ante la prisa existencial negándola, llenándola de calma, haciendo como si no tuviera empeño en existir, en afirmar su personalidad, en inflar su huella. Velázquez es uno de esos hombres que más ejemplarmente han sabido no existir. Es famoso por su flema, superlativo de la calmosidad, un multimillonario de tiempo. Dicen que a aquel que le sobra el tiempo le falta vida. ¿Seguro? Desde luego no malgastaba el tiempo hablando, pues era taciturno, melancólico y distante. Su único amigo era el rey Felipe IV. Velázquez es el hombre saturado de talento a quien le trae sin cuidado lo que sobre él opine la gente sin talento. Cosa nada fácil viviendo en un palacio. Vivió 37 años en un museo. La vida en el Alcázar de Madrid pudo empobrecer su mundo, pero su pincel detenía el tiempo, el vértigo de la existencia. No hay vida de hombre eminente a quien le hayan pasado menos cosas que a Velázquez. Una vida hueca y, por tanto, rellena de frases como "preferiría no hacerlo": es el gran hombre que se opone a su tiempo no con épica, sino con apatía genial.










