Desgarradura
Mi lugar consiste en situarme fuera de la esfera de los actos. Los actos no existen en la soledad, pues allí son una continuación del pensamiento. Los actos solo existen en la socialización, bien al ejecutarse ante la mirada del otro, o bien al rememorarse en forma de anécdota contada al otro. Esta insustancialidad no me genera ninguna frustración porque la apertura hacia esta realidad ajena a los actos conlleva un misterioso trueque. Lo esencial para mí es captar esta irrealidad. Los desengañados nos negamos a postrarnos ante el deseo de simulacros diferentes. Los dioses y sus sucedáneos se consumen repetitivamente. Este es para mí el verdadero apoltronamiento, ocultado tras una noria de falsas novedades. El gusto por lo extraordinario es característico de la mediocridad, dicen que escribió Diderot. En una habitación de hotel, durante un mes entero, alguien permaneció inmóvil frente a una pared. Este es mi héroe pascaliano. Cómo le envidio esa hazaña, que debería servir para realzarlo a sus propios ojos y ayudarle a sobreponerse a las crisis de postración que indefectiblemente llegarán.
Cuando Cioran escribe que la muerte es un estado de perfección, el único al alcance de un mortal, nunca más podremos tildarlo de pesimista. Él siente el suspiro como un aforismo universal. Cada cultura conserva los plagios de su existir. Es imposible acceder a la verdad mediante opiniones, pues toda opinión es solo un punto de vista absurdo sobre la realidad. Porque cuando un solo perro se pone a ladrar y diez mil perros le acompañan, esa es la verdad. A ver quién se atreve a maullar en esta jauría.
Yo primero me pregunté qué es la verdad; luego, cómo soportar la vida, y al final, cómo soportarme a mí mismo. Esos son los tres estadios de la filosofía, no los de Kierkegaard o Comte. La timidez es una fuente inagotable de problemas en la vida práctica; también, es causa directa, e incluso única, de toda riqueza interior. Ladra Novalis: «De nosotros depende que el mundo sea conforme a nuestra voluntad». Eso es exactamente lo contrario de todo cuanto podemos pensar y sentir al cabo de una vida, desgraciado. Nos forjamos una idea muy elevada de nosotros mismos durante los intervalos en los que despreciamos a la muerte.