El arte y la apertura
En un mundo donde las fronteras de la percepción se dibujan con la tinta indeleble del hábito, concibo el arte como una apertura, un umbral hacia lo desconocido. No se trata solo de la belleza, esa categoría domesticada por la mirada, sino de una herramienta que desgarra los límites de la conciencia, que expande la mente hacia territorios inexplorados, emocionales, culturales, filosóficos, siempre desde la seguridad confortable del contemplador. El arte, en su esencia especulativa, no es un espejo que refleja lo humano, sino una ventana que se asoma a otras realidades que trascienden nuestra subjetividad. Es un desafío, una invitación a percibir de otro modo, a desestabilizar lo que creemos saber.
Así, me encuentro con Timothy Morton que, en su Ecología oscura, introduce al realismo especulativo y su ontología orientada a objetos (OOO). Para él, el arte es un puente hacia los hiperobjetos, esas entidades colosales conceptuales. A través de instalaciones artísticas o música, Morton sugiere que el arte permite experimentar la "extrañeza" del mundo, esa sensación de enredo, de interconexión profunda entre todos. El arte, en este sentido, no representa, sino que evoca; no explica, sino que descoloca. Enfrente, un tiempo y un espacio alterados, donde lo humano deja de ser el centro y se disuelve en un tejido más vasto, no antropocéntrico. Es una apertura mental hacia lo que no se puede abarcar, pero sí intuir.
Rosi Braidotti, desde su perspectiva, ve en el arte una práctica que expande la subjetividad humana más allá de sus límites. En Posthumanismo, argumenta que el arte contemporáneo es un espacio de especulación ética, nuevas formas de relación y coexistencia, desafiando la conciencia tradicional. El arte, para Braidotti, no es un objeto, sino un proceso, un acto de descentramiento que conecta con lo no humano, con lo otro, abriendo la mente a un devenir colectivo donde el "yo" se diluye.
Karen Barad, con su realismo agencial, ofrece una perspectiva donde el arte es una práctica especulativa que revela cómo se construye la realidad. En su visión, la realidad no es un dato fijo, sino un entramado dinámico, relacional. El arte desestabiliza las dicotomías sujeto-objeto, permitiéndonos percibir el mundo como un proceso en constante transformación. Una instalación, un gesto artístico, no es un fin, sino un medio para abrir la mente a la danza de agencias constituyente. Recuerda que el arte no solo representa el mundo, también lo reconfigura.
Yayoi Kusama, con sus instalaciones inmersivas de patrones repetitivos de lunares infinitos y espejos que reflejan el vacío, lleva a un umbral psicológico y cósmico. Su arte, un cruce entre el pop, el minimalismo y el surrealismo, disuelve los límites del ego. Kusama, que canaliza sus alucinaciones y obsesiones, crea espacios donde el espectador se pierde y, al perderse, puede encontrar lo que busca. Sus obras son especulaciones sobre el infinito, sobre una conexión universal que trasciende lo cotidiano. Al entrar en una de sus habitaciones de espejos, el "yo" se fragmenta, y la mente se abre a una experiencia de disolución que resuena con las ideas de subjetividad expandida. Kusama no quiere ver ni entender sino sentir.
Olafur Eliasson, con sus instalaciones que juegan con la luz y el espacio, explora la percepción humana en su relación con la naturaleza y la tecnología. Su trabajo cuestiona los supuestos sobre la realidad. Al alterar la percepción del entorno, Eliasson abre la mente a nuevas formas de habitar el mundo, de sentirlo, de relacionarnos con él. Sus obras son un recordatorio de que la realidad no es fija, sino maleable; no es un dato, sino una experiencia.
Martín La Roche muestra el arte como un vehículo de sanación y conexión. Al trabajar con pacientes, utilizando objetos y dibujos, La Roche rompe estigmas sobre la salud mental. Su arte facilita la apertura mental al permitir a los participantes explorar narrativas personales y colectivas, descubriendo nuevas formas de autoconocimiento. En sus manos, el arte no es un lujo, sino una necesidad: un medio para reconectar con el otro, para tejer comunidad, para abrirse al mundo desde la fragilidad.
Pat B. Allen, en el ámbito de la arteterapia, profundiza en esta dimensión sanadora. Para ella, el arte es un proceso de autoconocimiento, una vía para conectar con el "ser profundo". Al crear, se expresan emociones preverbales, se resuelven conflictos internos, se sbre la mente a lo que no se sabe. Allen enseña que el arte no es solo para los artistas: es para todos. Es un vehículo para exteriorizar lo reprimido, para dialogar con lo que no tiene palabras, para expandir la conciencia a través de la creatividad.
Howard Gardner, con su teoría de las inteligencias múltiples, ofrece un marco científico para entender este poder del arte. El arte, argumenta, desarrolla el pensamiento intuitivo y creativo, activando áreas cerebrales como la corteza prefrontal y el sistema límbico. Integra estímulos externos con emociones internas, produciendo experiencias únicas. Para Gardner, el arte es esencial en la educación: no como un adorno, sino como un motor de creatividad, como una herramienta para abrir la mente a nuevas formas de percepción y expresión.
Lamentablemente, una buena parte del arte se ha convertido en una plataforma de propaganda política, que, en vez de luchar contra el poder establecido, adopta la postura mainstream para así conseguir objetivos poco artísticos. Eso no es arte, es un modo de vida patético y parasitario. El arte no es un objeto, ni un fin, ni una mera expresión estética. Es un umbral, una práctica especulativa, un acto de apertura. Nos conecta con lo no humano, con lo infinito, con lo vulnerable, con lo sanador, con lo profundo. Nos invita a especular, a sentir, a ser de otro modo. En un mundo que a menudo nos encierra en nuestras propias subjetividades, el arte nos libera: nos abre la mente y nos expande. Solo eso.