Algoritmos y baja conciencia inductiva



Nos estamos convirtiendo en algoritmos inconscientes. En la mirada del otro lo veo cada vez más. Eficaces en el  cálculo deductivo, pero incapaces de asentar esta lógica sobre ricas y movedizas bases inductivas. Que la conciencia está disminuyendo es una sospecha inductiva fuerte, que me habla de la relación entre la lógica, la conciencia y el comportamiento humano en un mundo cada vez más influido, que no dominado, por la tecnología. El ser humano como "algoritmo inconsciente" es una metáfora que sugiere que, en muchos aspectos, actuamos de manera automatizada o reactiva, siguiendo patrones preestablecidos por hábitos, condicionamientos sociales o incluso por la influencia de sistemas tecnológicos. ¡Qué bendición, pues ello me permite pensar en mis cosas! Así como los algoritmos procesan datos para llegar a resultados específicos sin cuestionar las premisas subyacentes, los humanos, o lo que queda de ellos,  podemos caer en un modo de operar que prioriza el cálculo deductivo, es decir, limitarnos a resolver problemas dentro de un marco dado. ¿De dónde sale este marco? Pues del pensamiento inductivo, encargado de descubrir nuevas premisas, conjeturas o hipótesis, cuestionando las existentes, ya convertidas en "verdades" por el uso y la costumbre. 

La deducción es un proceso lógico que parte de principios generales para llegar a conclusiones. Parece eficiente y precisa, pero solo lo es cuando las premisas son correctas. Lo que no permite es cuestionar ni ampliar esas premisas. Es un proceso cerrado, analítico y apriorístico. 

En cambio, la inducción es abierta, observa patrones y abstrae generalizaciones de casos particulares para formular principios generales, siempre conjeturales, que luego funcionan como cimiento contextual del pensamiento deductivo. La inducción es, por tanto, un proceso para crear explicaciones probablemente ciertas que sirven de soporte a la realidad y al pensamiento. La alta inducción, aunque no perfecta, señala los defectos de la baja inducción. Requiere apertura mental, imaginación, creatividad y una conciencia elevada para identificar patrones más amplios o nuevas posibilidades de verdad sintética y a posteriori. 

La deducción es una herramienta poderosa pero limitada si no se complementa con la inducción. Sin una base inductiva, que requiere reflexión consciente, nuestras decisiones pueden volverse mecánicas y desconectadas de la realidad cambiante. 

Parece, entonces, que hay cosas que aumentan la conciencia. Pienso en la filosofía, el arte, el pensamiento crítico que, sobre todo, debe cuestionar las estructuras que guían nuestra lógica y conocimiento. Sin ello, perderemos la flexibilidad y nos volveremos rígidos, incapaces de adaptarnos a nuevos planteamientos. Reproduciremos sesgos y perpetuaremos errores sistémicos porque no cuestionaremos las bases conjeturales del sistema. Nos alejaremos, por tanto, de nuestra capacidad única para empatizar, intuir y crear significado más allá del cálculo helado.

En un mundo tecnológico con ritmos absurdos, donde no hay tiempo para leer, pero sí para ver series interminables, hay una tendencia a destacar la eficiencia sobre la reflexión abierta, contemplativa, gratuita, desinteresada. Las herramientas digitales nos proporcionan respuestas rápidas y soluciones predefinidas, reforzando comportamientos automáticos. El acceso masivo a información genera una falsa sensación de conocimiento, en medio de la más estúpida ignorancia.

No sé si se debe recuperar la conciencia inductiva y así contrarrestar esta tendencia hacia lo automático. No sé si es fundamental cultivar prácticas que fomenten la reflexión y el pensamiento crítico, el cuestionamiento constante, preguntar porqués, qué pasaría si…, explorar nuevas perspectivas e hipótesis, exponernos a ideas diversas y desafiantes o fomentar actividades que requieran pensamiento original. Pero sí veo el peligro de convertirnos en seres altamente funcionales, pero desconectados de nuestra esencia humana. Recuperar esa alta conciencia, me parece, es un desafío colectivo que hoy presiento ya utópico. Por contra, individualmente, cada uno puede salvarse o no: la alternativa inconsciente es ya algo similar a la no existencia.


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