El elitismo estético está mal visto

 



Se ha aceptado sin demasiada crítica el refrán español "Sobre gustos no hay nada escrito", que quiere decir que cada uno es libre de desear o de opinar lo que quiera y que se ha actualizado con la paremia "Para gustos, los colores", originada según el Centro Virtual Cervantes por la sentencia latina De gustibus et coloribus non est disputandum. Por supuesto, cada uno es libre. Pero lo que no es admisible es defender que todas las opiniones sean iguales, pues no todas tienen el mismo peso, la misma justificación, la misma consistencia, la misma coherencia. Escribe Gregorio Luri lo siguiente: 

Adorno es un perfecto representante del filósofo que tiene más prisa por cambiar el mundo que por comprenderlo. Se limitaba a detestarlo. Detestaba el uso que hace la gente corriente de su tiempo libre. "En lugar de escuchar a Schoenberg, canta triviales canciones de verano, se rinde a la nefasta «industria cultural» (el cine, la música pop, el jazz, la televisión, las revistas, el automóvil… ) y se entretiene con Walt Disney, «el hombre más peligroso de Estados Unidos»". Adorno, como todos los profetas de las modernas ideologías, era incapaz de amar a los hombres tal como son.

Se equivoca el maestro Luri, y se equivoca doblemente porque es una referencia, un gran defensor de la educación. Él mismo ha escrito:

No es porque no sepamos leer. Es porque nos faltan conocimientos sobre el tema. Leer es situar un texto en su contexto. Si no hay contexto, el texto es ininteligible.

La actitud de Adorno no es elitista. Quizá Adorno detestara los gustos de la gente porque el desconocimiento por parte de la gente del contexto cultural en el que se desarrolla una obra de arte, es decir, la simple falta de educación sesga mucho los gustos artísticos de la gente. No podemos aceptar tan tranquilos el relativismo estético, y a la vez considerar nihilista el relativismo moral o el gnoseológico. Los dogmas no son todos iguales.

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