Empatía y moral
Siglos dando por sentada la idea hobessiana del hombre como lobo para el hombre. Hasta que Hume o Adam Smith, siguiendo a Hutcheson, responden a Mandeville, que en 1714 había reavivado la polémica hobbesiana con su Fábula de las abejas, al postular una vez más que detrás de todos nuestros actos, incluidos los de apariencia más benévola o generosa, no latía sino el interés propio, el egoísmo, y añadiendo además que tampoco habría de importarnos, puesto que sus consecuencias sociales eran en conjunto beneficiosas. Pues bien, Hume y Smith se esforzaron en mostrar que la naturaleza humana no era así, o al menos no era sólo así.
La empatía es uno de los “cuatro ángeles que llevamos dentro”, dice S. Pinker y es equilibrada o complementada con los otros tres: sentido moral, autocontrol y racionalidad como capacidad de abstracción y universalización. Pero el nepotismo es un ejemplo del lado inmoral de la empatía, cuando los representantes públicos o los funcionarios reparten beneficios o puestos entre familiares y amigos, llevados por la simpatía y la cercanía, en lugar de distribuirlos según reglas de justicia y equidad. Hume y Smith iban bien encaminados tanto en su percepción de la simpatía/empatía como mecanismo básico de sociabilidad e intersubjetividad y fuente de sentimientos morales, como en su reconocimiento de que tenía que ser equilibrada y regulada por medio de procedimientos de imparcialidad y razonabilidad.
La empatía no es la fuente de los principios éticos, pero su influencia puede ser fundamental para entender por qué nos resultan deseables esos principios. Si las emociones, deseos y necesidades son nuestra principal fuerza motivadora, no cabe duda de que la empatía puede originar e impulsar muchos tipos de conductas de apoyo o de ayuda. A los principios morales abstractos, aprendidos en contextos didácticos en frío, les falta fuerza motivadora.
Los juicios morales basados únicamente en la empatía con el agente o el paciente de una acción (igual que los basados en la contra-empatía) deberían ser sopesados o regulados por procedimientos de imparcialidad. Ello implica que se buscarán las mejores razones teniendo en cuenta los intereses y los puntos de vista de todos los implicados, ponerse en el lugar y en la piel de las diferentes personas afectadas.
En resumen, la empatía está lejos de proporcionar por sí sola una guía ética completa y fiable, pero sí parece estar en el centro mismo de nuestras principales prácticas morales.
(Extracto de Altuna, B. (2018): “Empatía y moralidad: las dimensiones psicológicas y filosóficas de una relación compleja”, en Revista de Filosofía 43 (2), 245-262).
Y, ahora, ya podremos entender mejor cómo Hobbes tomó prestada de Plauto tan solo la primera parte de una frase mucho mas completa:
"Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro".