Septem #1

Los sabios son malos profesores porque no entienden la ignorancia de los demás, dice Savater. Los que creen entender de todo no entienden a los demás.

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Uno debe subir todos los peldaños, pero, cuando al fin no hay peldaños, hay que dar el salto. El proceso discursivo ortodoxo conduce a callejones sin salida que solo superan los saltimbanquis del dogma. Solo hay que saber maquillarlos.

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Como el de todos los monarcas, el testamento de Isabel 'La Católica' es muy extenso. Deja encargado, por ejemplo, que se den ciertas cosas a su servicio, a los que la habían atendido y a gente cercana a ella. Los indígenas del Nuevo Mundo también salían bien parados en el testamento firmado en Medina del Campo ya que los considera «súbditos libres con los mismos derechos que los de aquí». Las leyendas son grises.

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En una desierta, bonita y limpísima catedral mudéjar de Guadalajara, hojeo sentado en un banco el Hyperion, de Hölderlin: «De la pura inteligencia no brotó nunca nada inteligible, ni nada razonable de la razón pura», que se lo digan a Hegel o a su nuevo seguidor, Vila-Matas. Al menos duda entre qué es lo primero, si cambiar el mundo de Marx, o cambiar al hombre de Rimbaud. «Me avergoncé de haber sobrevalorado el juicio del público», y no sé por qué pienso en que eso no se lleva muy bien con la defensa a ultranza del libre mercado. «El hombre es un Dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona», de ahí viene el existencialismo decepcionado. Esperanzado en llegar a la nada, no necesita creer en la inmortalidad del alma, solo es un paraíso diferente. «La vida consiste en la alternancia entre el desarrollo y el repliegue, una huida y vuelta a uno mismo».

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Lo saludable es leer a Murakami.




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