Pániker

Lo que en nuestra sociedad adolescente se honra no es desde luego la quietud de la experiencia, sino la hiperactividad, la energía, el entusiasmo de la acción errática. Jacques Maritain llamaba novolatría a esa tendencia que persigue el cambio de manera obsesiva.
     Mientras los progresistas sacan pecho, los conservadores se esconden, balbucean acomplejados, tienen miedo por sus presuntos privilegios o por sus ventajas ilegítimas, miedo de la libertad, miedo de ser peores. El conservadurismo, que nació como reacción a la Revolución Francesa, tuvo una afamada discusión entre Edmund Burke y Thomas Paine. En 1790 Burke escribió Reflexiones sobre la Revolución Francesa, quizás el texto fundacional del conservadurismo:
Todo parecía fuera de la naturaleza en aquel extaño caos, donde se mezclan ligereza y ferocidad, revuelta confusión de delitos y locuras. Los pretendidos «derechos del hombre», nacidos de elucubraciones mentales, están fuera de la realidad y son idóneos para destruir. La observación de las tradiciones proporciona la segura garantía de cada adquisición. La razón no puede ser fundamento sin apelar a las tradiciones
     En Consideraciones sobre Francia (1797), Joseph de Maistre presenta la Revolución Francesa como un acontecimiento satánico. Pienso que acertó cuando afirma que todo intento de justificar un gobierno en el terreno de lo racional conduce a disputas irresolubles sobre la legitimidad. Es sin duda una gran frase, pero que nada tiene que ver con el conservadurismo y sí con la fundamentacion de cualquier doctrina.
     Cuando en La actitud conservadora, Michael Oakeshott se muestra imprudentemente prudente al defender que ser conservador consiste en preferir lo familiar a lo desconocido, lo contrastado a lo no probado, los hechos al misterio, lo real a lo posible, lo limitado a lo ilimitado, lo cercano a lo distante, lo suficiente a lo superabundante, lo conveniente a lo perfecto, la felicidad presente a la dicha utópica, me acuerdo de Chesterton, cuyo discurso siempre es brillante e inexacto, irónico y contradictorio. Hoy tendría mucho éxito en Twitter. Su democracia de los muertos es, contrariamente a la orgullosa razón ilustrada, la sabiduría que sí da crédito a los muertos, a la razón oculta en las costumbres, la «sabiduría perenne» de las instituciones y las ideas transmitidas. 
     Las gentes de Mayo del 68, que tienen bula por su visión bienintencionada de la realidad, se llamaban entre sí 'camarada', mientras invocaban a Lenin, Trotski o Mao, y exhortaban a las masas a la lucha, a las barricadas, al levantamiento y al enfrentamiento. Era el aburrimiento de la hiperactividad hastiada de perseguirse su propio rabo. Cada generación se cree destinada a rehacer el mundo, escribió Camus, pero la mía, añadió, sabe que no lo rehará, aunque su tarea sea la más importante: impedir que el mundo se deshaga. Quizá por eso Milan Kundera dice que toda utopía comienza siendo un enorme paraíso que tiene como anexo un pequeño campo de concentración para rebeldes a tanta felicidad; con el tiempo, el paraíso mengua en bienaventurados y la prisión se abarrota de descontentos. El Muro de Berlín servía para eso, como barrera para que no se escaparan los habitantes del Edén.
    Sugiero que antes de despreciar el pasado, la progresía reaccionaria —no es una errata— deje de hacer el ridículo cuando quieren proponernos grandes novedades que no son sino plagios inconscientes de errores del pasado, vendernos como nuevo lo antiguo, no por mala intención, sino, sencillamente, por desconocimiento.
     No sé si resulta difícil definirse, pero, en general, prefiero la evolución a la revolución. Acaso sea Salvador Pániker quien mejor lo explicó en sus libros y en este fragmento de un artículo publicado en El País el 26 de agosto de 1985:
Permítanme que insista con el vocablo y con el concepto, y con la pretensión de ser el padre de la criatura (en mi libro Aproximación al origen). Me estoy refiriendo a lo retroprogresivo: Ir simultáneamente hacia lo nuevo y hacia lo antiguo, hacia la complejidad y hacia el origen. (...) hay que sustituir el mito canceroso del progreso por la noción más sutil de retroprogreso; cobrar conciencia de que allí donde el avance no es retroprogresivo, los costes del progreso exceden a sus ventajas. (...) Ante el riesgo creciente de los tiempos no cabe refugiarse en las cavernas. Tampoco cabe la mera fuga hacia delante, el progreso técnico como un fin en sí mismo. En la era retroprogresiva lo que hay que superar es, precisamente, la disociación entre los medios y los fines. (...) Un nuevo tipo de animal humano, el animal retroprogresivo, podría estar emergiendo. Animal posmoderno, pero también místico; animal capaz de tomarle gusto a la complejidad y a la aventura; animal nuevamente inocente que no va a necesitar ya del sentimiento de culpa para mantener la cohesión social; animal antirreduccionista y capaz de experimentar con el azar. Sugiero, pues, que lo retroprogresivo es algo más que un vocablo conciliador de opuestos. Su alcance puede ser un modo nuevo de vivir.


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