Interpretación europea de Donoso Cortés, de Carl Schmitt

Donoso Cortés fue capaz de luminosas imágenes, pero no de una doctrina coherente. Fue contradictorio: reaccionario, progresista, tradicionalista, liberal, moderado y partidario acérrimo de la dictadura. La revolución de 1848 le hizo ver que el continente europeo entraba en una época de revoluciones sociales. Estaba convencido de que había llegado el instante de la lucha final: frente a lo radicalmente malo solo cabía una dictadura.
     Donoso es, para Schmitt, un hombre de principios reaccionarios y de una retórica que discurre entre generalidades. Le produce escasa impresión cuando se adentra en los ámbitos de la filosofía moral o de la teología. Sus arrebatos no deben calificarse de estilo aforístico. La palabra decisiva, la frase sustancial, a menudo afloran de repente envueltas en largas y fatigosas disquisiciones, discutibles, no pueden aislarse. La tradición es, para él, la única posibilidad de alcanzar el contenido que la fe metafísica del hombre puede aceptar, porque la razón del individuo es demasiado débil y mísera para conocer por sí sola la verdad.
     Donoso Cortés fue olvidado con rapidez. Fueron necesarias las lecciones de una guerra mundial para despertar de nuevo su recuerdo; y solo los horrores de nuevas guerras universales de carácter global, mezcla de guerras entre naciones y contiendas civiles, hicieron resplandecer de nuevo con toda claridad el sentido trascendente de sus palabras.
     La teología es el único fundamento sólido de las teorías políticas. Su desprecio de los hombres se manifiesta en sus escritos. Empezó como catedrático liberal de Derecho político y terminó siendo el teórico de una dictadura conservadora que, con gesto profético, anunció a un siglo liberal. Su fracaso viene del carácter teologizante de su obra principal, el Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, la más difundida y traducida. Los pasajes grandiosos y arrebatadores se pierden entre prolijas disquisiciones teológicas: un lego metido a teólogo, fácil de rebatir.
     Los hombres del siglo XIX toleraban una dictadura si se presentaba bajo el paraguas de un optimismo humanitario, del mismo modo que soportaban la guerra únicamente como «guerra contra la guerra», y la esclavitud solo en nombre de la libertad.
     Su estilo literario resulta anticuado, su método está en desuso y sus argumentos han sido desvirtuados y desmentidos por la evolución histórica. Quedan sus intuiciones geniales: definir la burguesía como «clase discutidora» y oponer al intento de fundar un Estado sobre la discusión, la idea de decisión.
     Se ha atacado a Carl Schmitt y a su doctrina haciéndole responsable del advenimiento del régimen nazi, por su labor destructora de la ideología democrática y su fundamentación científica de la dictadura. El estado de excepción, como caso límite, independientemente de que convenga o no convenga eliminarlo, explica la esencia de la soberanía: es soberano quien toma la decisión sobre el caso excepcional. Que también vale para nuestro actual estado de alarma, da igual. Mayorías simples que dejan entre paréntesis una Constitución que para reformarse necesita de mayorías reforzadas y referéndum.




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