Filósofos de la nada

Leo a Tanabe Hajime en el libro de James W. Heisig Filósofos de la nada:
Mi propia indecisión, me parecía, me descalificaba como filósofo y como profesor universitario. Pasaba mis días forcejeando con preguntas y dudas como éstas, desde dentro y desde fuera, hasta que me encontré empujado a punto del agotamiento, y en mi desesperación concluí que no me sentía capaz de comprometerme en la labor sublime de la filosofía. En ese momento, ocurrió algo asombroso. En medio de mi desasosiego renuncié y me rendí humildemente a mi incapacidad. ¡De repente fui llevado a una compenetración nueva! Mi confesión penitente —metanoesis— me arrojó inesperadamente hacia atrás en la interioridad, lejos de las cosas exteriores. No se trataba de enseñar y corregir a los otros bajo estas condiciones, pues yo mismo no había podido hacer lo correcto. Lo único que tuve que hacer en esta situación fue resignarme honestamente a mi debilidad, examinar con humildad mi yo interior, e indagar en las profundidades de mi impotencia y falta de libertad. ¿No significaría esto un nuevo cometido que reemplazaría al cometido filosófico que previamente me había ocupado? No importa si es llamado «filosofía» o no: ya era consciente de mi propia incompetencia como filósofo
   Desde Platón, todo comienza en el asombro, en la admiración ante la capacidad y la ambición, en el deseo de saber y de guiar. Más tarde llega la duda, la duda de percatarse de la  propia debilidad. Y finaliza el viaje abordando el verdadero conocimiento: la impotencia misma como síntoma y como destino.



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