Platón y la misantropía
«No sé en qué se ha convertido para mí la filosofía, si en algo ruin o hermoso, pues ahora aborrezco el hallarme con la gente».
Prosiga, por favor, le dije, animándole.
«Creo, pues, que mi disposición es la justa, y que andan errados, adoptando todas las formas de insensatez».
¿Le interesaría ser socio de la Asociación de Gente Aburrida?
No se ría de mí.
No, si no me río, yo estoy pensando en asociarme.
Muy bien. Yo le digo que «he comprendido que Timón no era misántropo».
¿Se refiere usted al legendario misántropo que había muerto por un problema leve de salud que se agravó porque ningún médico quiso atenderle?
De ese mismo.
¿Sabe usted que Aristófenes habla de él en Lisístrata y también en Aves?
Desde luego, y Shakespeare en su Timón de Atenas.
Continúe, por favor, le había interrumpido.
Gracias. Le decía que «Timón no era misántropo; es que, al no encontrar hombres, no podía amar a las fieras, por lo que pasaba el tiempo consigo mismo y solo».
No sé si fue una sabia decisión.
Tómeselo como quiera, pero «tengo decidido mantenerme alejado de la ciudad por ahora y para el resto de los días que el dios me conceda de vida».
No estaba hablando con una persona. En esta ocasión dialogaba con el texto de Kóhler perteneciente a la Carta XIV que algún aprendiz de la Segunda Sofística había escrito haciéndola pasar por autoría de Platón. Esta carta no está en la selección realizada por Trásilo en el siglo I a.C. y no forma parte del corpus transmitido por los principales manuscritos. Aparece solo en uno tardío del siglo XV. Algunos críticos dicen que es copia de la Carta I, posiblemente también apócrifa, al ser un simple ejercicio escolar. Dice en ella el supuesto estudiante disfrazado de Platón dirigiéndose a Dionisio de Siracusa: «Tras haber custodiado a menudo vuestras ciudades con plenos poderes, fui despedido bochornosamente, como si fuera un mendigo. A partir de ahora tomaré la determinación de vivir algo más apartado de la gente, pero tú, por ser un tirano, vivirás totalmente solo».
Prosiga, por favor, le dije, animándole.
«Creo, pues, que mi disposición es la justa, y que andan errados, adoptando todas las formas de insensatez».
¿Le interesaría ser socio de la Asociación de Gente Aburrida?
No se ría de mí.
No, si no me río, yo estoy pensando en asociarme.
Muy bien. Yo le digo que «he comprendido que Timón no era misántropo».
¿Se refiere usted al legendario misántropo que había muerto por un problema leve de salud que se agravó porque ningún médico quiso atenderle?
De ese mismo.
¿Sabe usted que Aristófenes habla de él en Lisístrata y también en Aves?
Desde luego, y Shakespeare en su Timón de Atenas.
Continúe, por favor, le había interrumpido.
Gracias. Le decía que «Timón no era misántropo; es que, al no encontrar hombres, no podía amar a las fieras, por lo que pasaba el tiempo consigo mismo y solo».
No sé si fue una sabia decisión.
Tómeselo como quiera, pero «tengo decidido mantenerme alejado de la ciudad por ahora y para el resto de los días que el dios me conceda de vida».
No estaba hablando con una persona. En esta ocasión dialogaba con el texto de Kóhler perteneciente a la Carta XIV que algún aprendiz de la Segunda Sofística había escrito haciéndola pasar por autoría de Platón. Esta carta no está en la selección realizada por Trásilo en el siglo I a.C. y no forma parte del corpus transmitido por los principales manuscritos. Aparece solo en uno tardío del siglo XV. Algunos críticos dicen que es copia de la Carta I, posiblemente también apócrifa, al ser un simple ejercicio escolar. Dice en ella el supuesto estudiante disfrazado de Platón dirigiéndose a Dionisio de Siracusa: «Tras haber custodiado a menudo vuestras ciudades con plenos poderes, fui despedido bochornosamente, como si fuera un mendigo. A partir de ahora tomaré la determinación de vivir algo más apartado de la gente, pero tú, por ser un tirano, vivirás totalmente solo».
