Raíces culturales y espirituales de Europa, de Giovanni Reale
Según este libro, ninguna revolución ni ninguno de los grandes descubrimientos que han marcado hitos en la historia humana admiten comparación con el cristianismo, incluyendo las que hizo Grecia en la poesía, en el arte, en la filosofía, en la libertad política, y Roma en el derecho. Me parece exagerada esta defensa del cristianismo como raíz más importante de Europa, porque lo único consistente del cristianismo es de raíz platónica.
La actualidad del mensaje de Platón en la República expresa un concepto de gran importancia y profundidad: no es la Ciudad, es decir, el Estado, el que crea a los ciudadanos, sino al revés, el Estado no es más que la proyección agrandada del alma del ciudadano. Y para comprender qué es la justicia o la injusticia que reside en el alma del hombre, Platón se basa en un examen del Estado, entendido precisamente como engrandecimiento del alma humana. Toda su República no es más que un estudio del alma humana realizado sobre la base del engrandecimiento del Estado, con la demostración de la tesis de que la excelencia del Estado depende de la excelencia del alma, mientras que las corrupciones de los Estados dependen de las corrupciones de las almas.
El primer fundamento del espíritu europeo, la primera raíz de Europa, es la creación griega del elemento racional. Es del todo arbitrario llamar filosofía al diálogo entre un sabio chino y su discípulo. La filosofía nace en Grecia a través de una auténtica revolución cultural, iniciada en primer lugar en los círculos restringidos de los filósofos presocráticos (empezando por Tales), extendida más tarde por los sofistas, difundida ampliamente en todos los niveles sobre todo por Sócrates con su método dialéctico e impuesta definitivamente por Platón, quien codificó la nueva terminología conceptual y la nueva sintaxis vinculada. Escribe Werner Jaeger que los griegos, vistos desde la perspectiva actual, representan respecto a los grandes pueblos históricos de Oriente un “progreso” radical, un nuevo “grado” en todo lo que se refiere a la vida del hombre en la comunidad, que entre los griegos está planteada sobre bases completamente nuevas. Por mucho que se aprecie la importancia artística, religiosa y política de los pueblos anteriores, la historia de lo que podemos llamar cultura, en el sentido que conocemos, no empieza hasta los griegos. Se trata de un cambio revolucionario que supuso el paso del tradicional modo de pensar por medio de imágenes y de mitos, estrechamente vinculado a la cultura arcaica de la oralidad, a un nuevo modo de pensar por medio de conceptos. Los mensajes sapienciales de los sabios de Oriente y de la India no tienen nada que ver con la filosofía occidental. Como observa Gadamer se trata realmente de otros mundos y así deben ser considerados por los filósofos. La huella religiosa de estas antiguas culturas es muy especial y tuvo cierta acogida a través de la filosofía europea ya en el siglo XVIII y a partir del Romanticismo, con la sabiduría india en el pensamiento idealista. La cultura griega arcaica estaba basada en la oralidad miméticopoética, y tenía como referentes esenciales los poemas de Homero y de Hesíodo, una auténtica enciclopedia tribal relacionadas con la imagen y con el discurso narrativo. Fue el nacimiento de la filosofía el que modificó de forma radical la terminología y la sintaxis de la cultura de la oralidad mimético-poética. En un primer momento, la indagación filosófica se hizo mediante la oralidad dialéctica, que implicaba pregunta y respuesta y que daba un vuelco a la estructura misma de la oralidad mimético-poética. En paralelo, se reforzó la difusión de la escritura, sin la cual la nueva cultura no habría podido imponerse, conservarse y desarrollarse. La dialéctica, arma que, sospechamos, era utilizada de esta forma por todo un grupo de intelectuales en la última mitad del siglo V, era un instrumento para despertar la conciencia de su lenguaje de sueño y para estimularla a pensar de forma abstracta. Al hacer esto nació la concepción «yo que pienso acerca de Aquiles», en lugar de «yo me identifico con Aquiles». La nueva era intelectual reclamaba banderas propias bajo las cuales poder marchar, y las halló en las Formas platónicas. La «teoría de las ideas» de Platón es la Carta Magna de la espiritualidad europea. Sólo a partir de Platón y, por consiguiente, de su descubrimiento, se hablará de «materialismo» y «espiritualismo». En 1949, Whitehead escribía que la caracterización más segura de la tradición filosófica europea es que consiste en una serie de notas a pie de página a Platón. El adiós a la poesía como instrumento de educación, su reducción al nivel de mera «opinión», por esto Platón insistía en explicar las razones por las que había que abandonar a Homero como maestro y educador de los griegos y que se interpretó, malentendiéndolo, como la expulsión de la poesía de su República.
En Grecia se había desarrollado una esfera autónoma de racionalidad que ya no es instrumental, para fines prácticos, de actividad social, sino que está orientada al pensamiento teórico y a la reflexión sobre todo tipo de problemas. No fue Grecia la que inventó la «razón»; la invención de los griegos es la racionalidad. Solamente las civilizaciones que derivan de la civilización griega han poseído una ciencia que no es meramente rudimentaria. La metafísica considera el «todo» del ser, mientras que las ciencias particulares sólo consideran una «parte» delimitada. Pues bien, ¿las categorías generales y la lógica que sirven para el «todo» se diferencian estructuralmente de las que sirven específicamente para las «partes»? Gran pregunta. ¿Forma parte la razón humana del Logos? En esto consiste el error del «cientifismo». Solamente las civilizaciones que derivan de la civilización griega han poseído una ciencia que no es meramente rudimentaria. La ciencia nació de la mentalidad filosófica y especulativa de los griegos. Pero la «hija-ciencia» se rebeló contra la «madre-filosofía» y llegó incluso a ignorarla, cuando no a repudiarla. Además, se produjo un efecto retorno difícilmente previsible. La madre, ante las exigencias de la hija, se sintió envejecida, y creyó que sólo podría sobrevivir si rejuvenecía y seguía a la hija. No sólo se vistió con sus ropas, sino que se reformó estructuralmente adoptándola como modelo. Al obrar así, la filosofía comprometió su propia identidad y se precipitó en una crisis profunda, en la que parece haber perdido su propio sentido: en su intento de adoptar las facciones y formas de la hija ha acabado por aparecer a los ojos de muchos como una especie de seudociencia. El paradigma científico-técnico, impuesto como autárquico y de supremacía irrefutable en Europa, se extendió al mundo entero, con una nueva forma de la antigua hybris. La ciencia europea alcanzó finalmente una difusión internacional e intercontinental tan grande que es única para todo el mundo. No es la metafísica sino la ciencia la que hoy en día es fuente de abuso dogmático, dice Gadamer. El cientifismo como ideología, un conocimiento científico que es considerado por muchos punto de referencia paradigmático para cualquier tipo de conocimiento que se pretenda calificar de válido. Nace así una auténtica forma de dogmatismo científico o, si se prefiere, de dogmatismo cientifista. Weinberg escribe sutilmente que cuanto más comprensible se nos muestra el universo, tanto más se nos aparece sin finalidad. Ciencia y técnica provocan problemas mayores que los que resuelven. La absolutización de la ciencia y de la técnica ha alimentado en el hombre su ilusión de dominio.
La historia de Europa es en gran parte, al menos hasta el siglo quince, la historia de los intentos de ocuparse del cuidado del alma, la base espiritual sobre la que se construyó la conciencia europea. El hombre que examina lo que es bueno, sin saber él mismo lo que es positivamente bueno, pero rechazando simplemente las falsas opiniones, necesariamente parecerá el peor y más nocivo de los hombres, cuando en realidad es el mejor; y, por el contrario, el que adopta la postura de la masa parecerá el mejor, cuando en realidad su esencia más profunda representa lo peor. Sócrates se impone, por tanto, como figura emblemática para Europa y para el pensamiento occidental. En efecto, según afirma Patočka, es el enviado de la divinidad. Con su muerte, Sócrates lega a la posteridad una herencia que tiene un significado ético-político decisivo: al no socorrerse a sí mismo, socorrió a los demás. El hombre sólo se cuida a sí mismo si cuida su alma, mientras que si cuida su cuerpo y sus bienes, cuida lo que tiene y posee, y no lo que es.
La idea más controvertida de libro en mi opinión es cuando el autor defiende que los griegos no poseen el concepto de persona como individuo de valor irrepetible. Afirmar que el pensamiento de los griegos es más cosmocéntrico que antropocéntrico después del homo mensura de Protágoras, me parece un error. No creo que sólo a partir del mensaje cristiano el hombre descubriera su valor absoluto como persona. En mi opinión, cuando Pablo, en la Primera carta a los Corintios, presenta la concepción cristiana del cuerpo y da un vuelco radical al pensamiento de los griegos, lo único que hace es reencarnar innecesariamente lo espiritual. De «cárcel» y «prisión», el cuerpo pasa a ser templo del Espíritu, algo que no se lleva muy bien con el sentimiento de caída que a todos nos angustia.
La actualidad del mensaje de Platón en la República expresa un concepto de gran importancia y profundidad: no es la Ciudad, es decir, el Estado, el que crea a los ciudadanos, sino al revés, el Estado no es más que la proyección agrandada del alma del ciudadano. Y para comprender qué es la justicia o la injusticia que reside en el alma del hombre, Platón se basa en un examen del Estado, entendido precisamente como engrandecimiento del alma humana. Toda su República no es más que un estudio del alma humana realizado sobre la base del engrandecimiento del Estado, con la demostración de la tesis de que la excelencia del Estado depende de la excelencia del alma, mientras que las corrupciones de los Estados dependen de las corrupciones de las almas.
El primer fundamento del espíritu europeo, la primera raíz de Europa, es la creación griega del elemento racional. Es del todo arbitrario llamar filosofía al diálogo entre un sabio chino y su discípulo. La filosofía nace en Grecia a través de una auténtica revolución cultural, iniciada en primer lugar en los círculos restringidos de los filósofos presocráticos (empezando por Tales), extendida más tarde por los sofistas, difundida ampliamente en todos los niveles sobre todo por Sócrates con su método dialéctico e impuesta definitivamente por Platón, quien codificó la nueva terminología conceptual y la nueva sintaxis vinculada. Escribe Werner Jaeger que los griegos, vistos desde la perspectiva actual, representan respecto a los grandes pueblos históricos de Oriente un “progreso” radical, un nuevo “grado” en todo lo que se refiere a la vida del hombre en la comunidad, que entre los griegos está planteada sobre bases completamente nuevas. Por mucho que se aprecie la importancia artística, religiosa y política de los pueblos anteriores, la historia de lo que podemos llamar cultura, en el sentido que conocemos, no empieza hasta los griegos. Se trata de un cambio revolucionario que supuso el paso del tradicional modo de pensar por medio de imágenes y de mitos, estrechamente vinculado a la cultura arcaica de la oralidad, a un nuevo modo de pensar por medio de conceptos. Los mensajes sapienciales de los sabios de Oriente y de la India no tienen nada que ver con la filosofía occidental. Como observa Gadamer se trata realmente de otros mundos y así deben ser considerados por los filósofos. La huella religiosa de estas antiguas culturas es muy especial y tuvo cierta acogida a través de la filosofía europea ya en el siglo XVIII y a partir del Romanticismo, con la sabiduría india en el pensamiento idealista. La cultura griega arcaica estaba basada en la oralidad miméticopoética, y tenía como referentes esenciales los poemas de Homero y de Hesíodo, una auténtica enciclopedia tribal relacionadas con la imagen y con el discurso narrativo. Fue el nacimiento de la filosofía el que modificó de forma radical la terminología y la sintaxis de la cultura de la oralidad mimético-poética. En un primer momento, la indagación filosófica se hizo mediante la oralidad dialéctica, que implicaba pregunta y respuesta y que daba un vuelco a la estructura misma de la oralidad mimético-poética. En paralelo, se reforzó la difusión de la escritura, sin la cual la nueva cultura no habría podido imponerse, conservarse y desarrollarse. La dialéctica, arma que, sospechamos, era utilizada de esta forma por todo un grupo de intelectuales en la última mitad del siglo V, era un instrumento para despertar la conciencia de su lenguaje de sueño y para estimularla a pensar de forma abstracta. Al hacer esto nació la concepción «yo que pienso acerca de Aquiles», en lugar de «yo me identifico con Aquiles». La nueva era intelectual reclamaba banderas propias bajo las cuales poder marchar, y las halló en las Formas platónicas. La «teoría de las ideas» de Platón es la Carta Magna de la espiritualidad europea. Sólo a partir de Platón y, por consiguiente, de su descubrimiento, se hablará de «materialismo» y «espiritualismo». En 1949, Whitehead escribía que la caracterización más segura de la tradición filosófica europea es que consiste en una serie de notas a pie de página a Platón. El adiós a la poesía como instrumento de educación, su reducción al nivel de mera «opinión», por esto Platón insistía en explicar las razones por las que había que abandonar a Homero como maestro y educador de los griegos y que se interpretó, malentendiéndolo, como la expulsión de la poesía de su República.
En Grecia se había desarrollado una esfera autónoma de racionalidad que ya no es instrumental, para fines prácticos, de actividad social, sino que está orientada al pensamiento teórico y a la reflexión sobre todo tipo de problemas. No fue Grecia la que inventó la «razón»; la invención de los griegos es la racionalidad. Solamente las civilizaciones que derivan de la civilización griega han poseído una ciencia que no es meramente rudimentaria. La metafísica considera el «todo» del ser, mientras que las ciencias particulares sólo consideran una «parte» delimitada. Pues bien, ¿las categorías generales y la lógica que sirven para el «todo» se diferencian estructuralmente de las que sirven específicamente para las «partes»? Gran pregunta. ¿Forma parte la razón humana del Logos? En esto consiste el error del «cientifismo». Solamente las civilizaciones que derivan de la civilización griega han poseído una ciencia que no es meramente rudimentaria. La ciencia nació de la mentalidad filosófica y especulativa de los griegos. Pero la «hija-ciencia» se rebeló contra la «madre-filosofía» y llegó incluso a ignorarla, cuando no a repudiarla. Además, se produjo un efecto retorno difícilmente previsible. La madre, ante las exigencias de la hija, se sintió envejecida, y creyó que sólo podría sobrevivir si rejuvenecía y seguía a la hija. No sólo se vistió con sus ropas, sino que se reformó estructuralmente adoptándola como modelo. Al obrar así, la filosofía comprometió su propia identidad y se precipitó en una crisis profunda, en la que parece haber perdido su propio sentido: en su intento de adoptar las facciones y formas de la hija ha acabado por aparecer a los ojos de muchos como una especie de seudociencia. El paradigma científico-técnico, impuesto como autárquico y de supremacía irrefutable en Europa, se extendió al mundo entero, con una nueva forma de la antigua hybris. La ciencia europea alcanzó finalmente una difusión internacional e intercontinental tan grande que es única para todo el mundo. No es la metafísica sino la ciencia la que hoy en día es fuente de abuso dogmático, dice Gadamer. El cientifismo como ideología, un conocimiento científico que es considerado por muchos punto de referencia paradigmático para cualquier tipo de conocimiento que se pretenda calificar de válido. Nace así una auténtica forma de dogmatismo científico o, si se prefiere, de dogmatismo cientifista. Weinberg escribe sutilmente que cuanto más comprensible se nos muestra el universo, tanto más se nos aparece sin finalidad. Ciencia y técnica provocan problemas mayores que los que resuelven. La absolutización de la ciencia y de la técnica ha alimentado en el hombre su ilusión de dominio.
La historia de Europa es en gran parte, al menos hasta el siglo quince, la historia de los intentos de ocuparse del cuidado del alma, la base espiritual sobre la que se construyó la conciencia europea. El hombre que examina lo que es bueno, sin saber él mismo lo que es positivamente bueno, pero rechazando simplemente las falsas opiniones, necesariamente parecerá el peor y más nocivo de los hombres, cuando en realidad es el mejor; y, por el contrario, el que adopta la postura de la masa parecerá el mejor, cuando en realidad su esencia más profunda representa lo peor. Sócrates se impone, por tanto, como figura emblemática para Europa y para el pensamiento occidental. En efecto, según afirma Patočka, es el enviado de la divinidad. Con su muerte, Sócrates lega a la posteridad una herencia que tiene un significado ético-político decisivo: al no socorrerse a sí mismo, socorrió a los demás. El hombre sólo se cuida a sí mismo si cuida su alma, mientras que si cuida su cuerpo y sus bienes, cuida lo que tiene y posee, y no lo que es.
La idea más controvertida de libro en mi opinión es cuando el autor defiende que los griegos no poseen el concepto de persona como individuo de valor irrepetible. Afirmar que el pensamiento de los griegos es más cosmocéntrico que antropocéntrico después del homo mensura de Protágoras, me parece un error. No creo que sólo a partir del mensaje cristiano el hombre descubriera su valor absoluto como persona. En mi opinión, cuando Pablo, en la Primera carta a los Corintios, presenta la concepción cristiana del cuerpo y da un vuelco radical al pensamiento de los griegos, lo único que hace es reencarnar innecesariamente lo espiritual. De «cárcel» y «prisión», el cuerpo pasa a ser templo del Espíritu, algo que no se lleva muy bien con el sentimiento de caída que a todos nos angustia.