La mentira es el arma de los débiles...



«La mentira es el arma de los débiles», trampa de los que no pueden convencer y quieren vencer a toda costa saltando sobre sus propios principios, «cabalgando en sus contradicciones». Es platónica (socrática) la idea de que para ser buenos no hay más remedio que elegir la verdad. Y, aunque algunos me dirán que existen tantas verdades como realidades, también es cierto que en unas será factible alcanzar lo verdadero, mientras que en otras habrá que conformarse con lo verosímil o lo probable. Todas las verdades, con minúsculas, se fundamentan en supuestos. Por tanto, aunque la verdad pueda fundarse de distintos modos, esto no significa que la pretensión de verdad sea absurda. En política todo se resume en tratar de ver si el hombre únicamente guiado por su propio interés puede llegar a armonizar con sus congéneres para lograr la prosperidad pública o si, por el contrario, es necesario que la autoridad reconduzca a los hombres hacia el bien común. En los excesos estamos, intentando anular las diferencias pero diferenciando en los derechos. Está en peligro el derecho a la diferencia, pero solo en determinados sectores y aspectos de la vida. Por eso el debate político me resulta tan aburrido. Es un diálogo entre falacias e histrionismo. No importa, es fácil silenciarlos: «Retirado en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos, y escucho con mis ojos a los muertos».


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