Bías de Priene y la constancia

Bías de Priene, hijo de Tautamo, uno de los siete canosos sabios de Grecia, dijo: «Emprende con lentitud lo que pienses ejecutar; luego sé constante». Se le atribuyen otras sentencias famosas como «la mayoría de los hombres son malos», y aunque tenía fama de bondadoso, pienso que la sentencia inicial es de una maldad avasalladora. Aunque no siempre sea así, la constancia no es una virtud; al contrario, es un defecto horrible. El sentido de la vida no está en la razón, está en la voluntad, que evoluciona con el tiempo. Los enfermos depresivos no necesitan razones para vivir, solo deseos de vivir, que no se engendran con dialécticas ni hermenéuticas. La constancia es el puente que une el deseo y la realización de lo que, acaso, ya no se anhela. Así de bien le fue a Schubert que en su corta vida dejó más de ciento veinte obras inconclusas. Para él era más valioso el deseo de crear que el deseo de terminar lo ya empezado. Si se hubiera empeñado en consumar lo que ya no le atraía habría, seguramente, fracasado. Cuántos lectores en ciernes han abandonado la grata adicción lectora por la manía de querer acabar los penosos libros que empezaron. Por qué hemos de hacer caso a un yo pretérito que ya no puede entusiasmar.


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