Ecos (R)


Corro por un camino fangoso y oigo pasos de alguien que me sigue. Miro hacia atrás pero no veo a nadie, una espesa niebla lo cubre todo. Acelero la marcha y mi perseguidor también lo hace. Me detengo y él me imita. Me pongo a pensar en Giovanni: ayer me contó que conoció a un amigo erudito, gran conocedor de la filosofía y la religión que apenas dio tres o cuatro conferencias y escribió un par de artículos en su vida. Era un epicúreo del espíritu, me dijo Giovanni, alguien en el fondo muy egoísta. Su infructuoso espíritu le hizo decir frases memorables, como aquella de que conocía un buen número de pensamientos fascinantes destinados a permanecer ocultos para siempre. Dudo de que mi perseguidor haya pensado lo mismo que yo, por eso, cuando reanudo mi marcha, mi perseguidor se queda parado y pensativo, imagino, pues ya no oigo sus pasos tras los míos.



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