Gubaidulina

Le veo muy emocionado porque Sofía Gubaidulina ha ganado el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Música Contemporánea en su novena edición.

Gubaidulina, en una época tan tensa y tan inquietante —como todas—, es de las personas que necesitan nutrir la espiritualidad de la existencia y de comprender su profundidad mediante una obra —que califica de religiosa— en la que plasma una sutil difuminación de los límites más misteriosos de la existencia. Esta fuerte espiritualidad le acarreó más de un contratiempo con las autoridades soviéticas, hasta el punto de ser incluida en 1979 en una lista negra de compositores sospechosos para el régimen. Tuvo también importantes valedores, como Dmitri Shostakovich, quien la animó a «perseverar en su camino erróneo».

También le agrada que renunciara a la ópera al comprender que esta modalidad artística tiene demasiados elementos materiales que contaminan su tendencia a la interioridad.

Gubaidulina no se contagió afortunadamente por la tendencia del minimalismo sacro que en las últimas décadas del pasado siglo estuvo en boga en colegas de su misma generación. Su estilo incorpora elementos experimentales de las vanguardias europeas, como la música de Anton Webern o Luigi Nono, y por la obra de maestros del Renacimiento como Lasso, Ockhegem o Palestrina, lo que genera un estilo de una alta cualidad meditativa, de una enorme concentración y con una estimable mezcla de colorido y silencio.

Sofia Gubaidulina es un ejemplo de compositora que ha buscado su propia voz sin renunciar a su conciencia personal, a pesar de las circunstancias políticas que la han asediado, demostrando ser una artista pura, íntegra, tan difícil de encontrar en este mundo rendido a la utilidad material donde tantos pseudoartistas se revuelcan en sus propios desechos que, encima, quieren colocarnos con IVA reducido.


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