Abucheo onírico
En plena soledad, intentando ser una multitud para mí mismo, deambulo por la umbría de un bosque deleitándome con el frescor y los hilachos de luz que serpentean entre el temblor de las hojas que aún resisten. Algo cansado ya de la caminata, en un claro grandioso, contemplo una mole rocosa coronada por un imponente castillo. Rodeo su base para encontrar un camino de subida. A través de una cueva, parece que caracolea una angosta escalera que penetra en la oscuridad. Mientras asciendo, con la única luz nebulosa de la pantalla de mi móvil, escucho ecos acompasados y regulares. Una vez arriba, empujo con fuerza una pesada puerta. La claridad del sol entorna mis ojos. Al fondo, arrodillados, un centenar de personas parecen estar orando. Me acerco a ellas muy despacio. Pero cuando no he terminado de dar un par de pasos, todos se levantan y se giran hacia mí. Me observan calladamente, expectantes. Cuando por fin me decido a hablar, me doy cuenta de que lo hago en un extraño idioma que ni yo mismo entiendo. Aun así, contengo el pánico y logro terminar una breve alocución. Es entonces cuando comienza un abucheo vergonzoso que me obliga a dar la vuelta y a huir de aquella torre babilónica.