Meillassoux: onírico posibilismo ontológico
Mientras intento dormirme, pienso en Quentin Meillassoux, un pensador de lo imposible, un tramposo que quiere derribar el pensamiento atrapado en el giro lingüístico o en el contextualismo posmoderno. Para ello, propone un falso retorno radical al absoluto. Su obra Después de la finitud es un texto contra el “correlacionismo”, la idea de que no podemos pensar la realidad más allá de nuestra relación con ella. Para Meillassoux, esto es una trampa: si todo conocimiento está mediado por la subjetividad, nos condenamos a un escepticismo permanente. En su lugar, él plantea un “realismo especulativo”, donde su subjetividad quede eliminada. Una filosofía que busca afirmar la existencia de lo real sin depender del pensamiento humano. ¿Pero cómo se hace eso? Los ojos se me vuelven a cerrar, pero pensar en estas afirmaciones gratuitas, o lo que llama “facticidad absoluta” me desvela. El único principio necesario es que no hay principios necesarios. Todo lo que existe podría ser de otra manera, la única certeza es la posibilidad radical del cambio. Esta idea desafía siglos de pensamiento filosófico, desde Aristóteles hasta Kant, porque es simplemente humo. Pensar, razonar, filosofar no es escritura automática. El artista sí puede hacerlo; el filósofo no. Pero cada uno, sin opción de prescindir de su propia perspectiva, subjetiva, siempre subjetiva. Claro que la realidad nos esconde su fundamento necesario, pero ¿qué significa esto para la ciencia, la ética o la política? Meillassoux no solo ataca el correlacionismo, sino que también cuestiona el materialismo dogmático: lo real no es solo materia, sino posibilidad infinita. Ya, pero yo quiero dormir y ello no aporta nada, ni siquiera recupera un asombro metafísico. Si vivimos en un cosmos regido por el azar absoluto, donde incluso las leyes naturales podrían cambiar en cualquier momento, esto significa, en última instancia, una invitación a pensar sin red, a abandonar toda certeza y enfrentar lo real en su desnuda e incontrolable contingencia y posibilidad. En un mundo obsesionado con la estabilidad, Heráclito ya nos recordó que lo único inmutable es la posibilidad del cambio. ¿Y? Estamos ante un pensador que cree que ha descubierto la entropía, un tramposo que trata al absoluto como mera posibilidad infinitesimal, es decir, nos habla de la nada. Prefiero contar ovejas. En ese momento, cuando logro por fin dormirme sueño que soy Meillassoux y vuelo en caída libre hacia el cielo.