La persuasiva debilidad de Richard Rorty
En el paisaje filosófico, las ideas se entrelazan como en un laberinto y, a pesar de su búsqueda compartida por la verdad, los filósofos se encuentran perdidos en una selva de malentendidos y desacuerdos. La diversidad de perspectivas de premisas, instrumentos, fines y el lenguaje filosófico crean menos armonía que discordia. La ambigüedad inherente a muchos términos filosóficos dificulta la visión clara de los caminos que se entrecruzan. El contexto histórico y cultural juega un papel clave en la formación de las ideas filosóficas. Los filósofos son hijos de su tiempo, influenciados por las corrientes sociales, políticas y religiosas que los rodean. Sus pensamientos están enraizados en un suelo específico, lo que puede hacer que sean incomprensibles para aquellos que caminan sobre un terreno diferente. La naturaleza abstracta de la filosofía es otro obstáculo. La interpretación es el hilo que teje y desteje el tapiz filosófico. Se interpretan y reinterpretan entre ellos y entre sus predecesores, creando una red de significados, contradicciones y malentendidos. Los problemas que tratan de solucionar son producto inconsciente de suposiciones previas que se dan por ciertas y que hay que cuestionar antes de abordar el asunto. A pesar de estas dificultades, la filosofía, en su esencia, es un ejercicio de reflexión crítica y creativa inevitable que busca interpretar los misterios de la existencia. En este ámbito, Rorty es un sincretista curioso, audaz, tejedor de narrativas originales. Su especialidad, como él mismo confesó, radica en contar historias sobre el ascenso y caída de los problemas filosóficos. El progreso humano se forja a través de la narración de cuentos. Rorty, en su trayectoria intelectual, transitó por dos giros fundamentales: el lingüístico y el hermenéutico, que le llevó a cuestionar las bases mismas del conocimiento. Su revolución hermenéutica propuso un cambio radical, donde la epistemología cede su lugar a la hermenéutica, o en sus propias palabras, "la investigación debe ceder el paso a la conversación". Invitó a utilizar el vocabulario de la literatura convencido de que la imaginación literaria es una herramienta poderosa para el pensamiento. Esto no fue bien recibido y provocó agrias reacciones en los sectores analíticos y científicos. Para Rorty, la ética no era una cuestión de principios universales, sino de costumbres. Creía que cuanto mayor fuera la esfera de la filosofía que interactuara con otras actividades humanas, no solo con la ciencia natural, sino también con el arte, la literatura, la religión y la política, tanto más relevancia adquiriría para la política cultural y, en consecuencia, más útil resultaría. Rorty desafió la noción tradicional de verdad, equiparando la creencia en la Verdad con la creencia en Dios. En su visión de la ciencia, se alineó con pensadores como Thomas Kuhn y Paul Feyerabend. El primero propuso que la historia de la ciencia no es un proceso de acumulación de conocimientos, sino una sucesión de distintas formas de ver y explicar el mundo. Feyerabend, por su parte, sentenció que el único principio que parece servir al progreso de la ciencia es sencillo: vale cualquier cosa que le ayude a progresar, incluso saltándose el propio método científico. Rorty se definió como un ironista liberal, alguien que combina el compromiso con la erradicación de la crueldad con "el sentimiento de contingencia y transitoriedad del propio compromiso". Esta postura lo llevó a distanciarse tanto de los posmodernos, a quienes consideraba filosóficamente correctos pero políticamente insensatos, como de los conservadores, filosóficamente equivocados y políticamente peligrosos. En sintonía con el "pensamiento débil" de Gianni Vattimo, Rorty priorizó la idea de interpretación sobre la de verdad. Este enfoque edificante dio prioridad a la conversación libre y abierta como medio para solucionar problemas y avanzar, en lugar de buscar una verdad absoluta e inmutable. En última instancia, Rorty nos invita a reimaginar la filosofía no como una búsqueda de verdades eternas, sino como un diálogo continuo y creativo, donde la imaginación literaria y la conversación abierta son las herramientas principales para el progreso humano. Su legado nos desafía a pensar más allá de los límites tradicionales, a abrazar la contingencia y a ver en la diversidad de interpretaciones no un obstáculo, sino una riqueza para el pensamiento y la acción.