Canon de cámara oscura, de Enrique Vila-Matas


Vuelve puro y seguro para contar lo muy interesante de una vida cotidiana que juguetea con la contemplación. Todos tenemos recuerdos implantados, ya sea mediante vivencias mal digeridas y regurgitadas o mediante USB. Hasta los neurotípicos que fingen todo el tiempo, encerrados en una ficción que no existe y que da la impresión de ser un sinsentido absoluto. Mi visión del mundo es por ello típica del fracasista que no soporta —narcisistamente— el narcisismo de los que creen que contribuyen a la sociedad con sus obras. Como el protagonista de Breaking Bad, que cree que lo hace todo por su familia. Un canon de buenas acciones que cimenta una identidad, un gran palimpsesto de acciones e intenciones —cuando las primeras no salen bien— que justifican una vida derrochada. Una tentativa de fracaso vivida con orgullo. Nacen desamparados y no saben estar solos. Mentalmente desplazado, confundido, lo correcto es largarse a tiempo. La mejor forma de largarse es quedarse en casa y entrar en conversación con los difuntos, llevar una soterrada vida de biblioteca para evitar ser fusilado. Decir algo original no es más que jugar con las palabras, escribiendo, imitando y borrando. Cualquier vivencia humana es contingentemente una conjetura que sobrevive a las balas refutadoras del enemigo. Pero todo a la larga será ilegible, pues hasta que no se sepa todo, no se sabrá nada.

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