El torbellino Kant, de Norbert Bilbeny
Kant emerge como una figura cuya visión del mundo se entrelaza con los ideales de la Revolución Francesa. A los sesenta y cinco años, se veía a sí mismo como un ciudadano del mundo, simpatizando con los principios de libertad e igualdad, pero sin aprobar la ejecución del monarca. En su mente, el sistema representativo era el ideal, ya que permitía que la voluntad de cada individuo se conciliara con la de los demás bajo una ley universal de libertad. El derecho no era solo una serie de reglas impuestas, sino el conjunto de condiciones que permitían la coexistencia pacífica de las voluntades individuales. Una acción era correcta si su máxima permitía que la libertad de una persona coexistiera con la de otra. Aunque rechazaba el derecho a la rebelión, dejaba abierta la puerta a la desobediencia civil contra gobiernos tiránicos, ya que estos habían dejado de ser legítimos. En su Fundamentación de la metafísica de las costumbres, estableció el imperativo categórico como el principio fundamental de la moralidad, guiado por el deber como motivo y tribunal de la conciencia. Kant también desafió el argumento ontológico, argumentando que la existencia no es un predicado. Dios no se demuestra, se postula. La razón era terapéutica en su capacidad para reconocer sus propios límites. La metafísica se convirtió en una ciencia de estos límites, explorando los primeros principios del conocimiento y la moral. En este sentido, Kant puede ser observado como un precursor del pensamiento posmoderno, al no creer en realidades esenciales. En su lugar, la verdad se sostenía como persuasión o convicción, siendo el saber el resultado de una convicción suficiente tanto en lo subjetivo como en lo objetivo. Kant es a menudo comparado con Copérnico, al hacer que los objetos giraran alrededor de la razón, en lugar de lo contrario. Hoy en día, su filosofía puede ser reinterpretada desde una perspectiva cognitivista, donde el conocimiento y la conducta están arraigados en la naturaleza y la herencia cultural. La moralidad, como cualidad distintiva de la humanidad, rechaza la ley del más fuerte a favor de un marco racional. El legado de Kant es uno de humanismo, universalidad y una razón crítica que se examina a sí misma constantemente. Su pensamiento sigue siendo una fuente de inspiración y reflexión, invitándonos a explorar los límites de la razón y la moralidad en un mundo complejo.